Un "apartheid" en la costa francesa

AutorAnne Marie Mergier

CALAIS, FRANCIA.- Son oriundos de Eritrea, Sudán, Somalia, Afganistán, Pakistán, Irán, Siria, Irak, Vietnam... Antes de llegar a Europa recorrieron miles de kilómetros en condiciones tan duras que a veces les cuesta describirlas.

A lo largo del camino enfrentaron a policías, militares, milicias, mafias. Muchos fueron despojados, detenidos y golpeados, inclusive encarcelados y torturados. Nadie lleva la cuenta de quienes no sobrevivieron.

Algunos demoraron años en llegar a Francia. Otros, meses o semanas. Todos tienen la misma meta: ir a Gran Bretaña.

Cruzar clandestinamente el Canal de la Mancha es la última etapa de su terrible periplo, y es en Calais -a 34 kilómetros de las costas británicas- donde piensan tener más oportunidades de lograrlo.

Cada año 1 millón 700 mil camiones de transporte de mercancías embarcan en el puerto norteño de Calais a bordo de trasbordadores para atravesar el Canal de la Mancha, mientras 1 millón 300 mil más realizan el mismo trayecto bajo el mar en trenes de carga que transitan por el euro-túnel, cuya terminal francesa se encuentra también en Calais.

Por lo tanto, en promedio 8 mil camiones diarios van desde Francia hasta Inglaterra. Subirse a escondidas en uno de ellos es la meta de los migrantes que convergen en Calais. Es difícil saber a ciencia cierta cuántos lo logran. En 2013 las autoridades británicas detuvieron a 15 mil y sospechan que son muchos más los que escapan a su control.

Las cicatrices

Aasid tiene el tobillo lastimado, las manos vendadas, hematomas en rostro y brazos. Anoche logró treparse al techo de un camión que frenó bruscamente. Cayó. "Tuve suerte. No me pasó encima", dice. Se da unos días para reponerse y volver a intentarlo. Lleva 10 tentativas.

Es afgano, dice tener 23 años y en realidad no se llama Aasid. Como todos los migrantes entrevistados, no da su verdadera identidad, no permite que se le tomen fotos ni que se grabe su testimonio. A su lado se encuentran dos compatriotas suyos y dos paquistaníes. Todos exhiben cicatrices y huellas de golpes.

Gul, por su parte, recuerda la paliza que le inñigieron una noche tres guardias de una empresa de seguridad. Lo sorprendieron mientras intentaba penetrar en el puerto. Faisal y Rabeel cuentan cómo choferes los tundieron con barras metálicas después de haberlos bajado de un camión. Afirman que los agresores eran polacos y, junto con los rumanos, son los más violentos de todos los camioneros. "Los demás nos agarran a puñetazos, pero éstos nos quieren matar", asegura Rabeel. Cuando llegaron a Calais hace tres meses no podían distinguir a un polaco de un holandés. Ahora se han vuelto expertos, afirma Faisal.

Llevamos una hora platicando, sentados en el pasto de la "jungla de Tioxide". Se disculpan por no tener té para ofrecer a la reportera.

Una "jungla" es un campo informal de migrantes. Existe un sinnúmero de "junglas" pequeñas a lo largo de las autopistas del litoral noroccidental de Francia. Están disimuladas en bosques cerca de las gasolineras y de las áreas de descanso de los camioneros. Las de Calais son las más pobladas.

Tioxide es una fábrica que produce óxido de titanio. Está entre dunas que dominan el puerto en el sector industrial de la ciudad. Ocupa un inmenso terreno rodeado de mallas metálicas, a través de las cuales centenares de migrantes se abrieron paso para "instalarse". Les resultaría imposible sobrevivir en esa zona inhóspita sin la solidaridad de una red de asociaciones y ONG que les brindan agua, ropa, carpas, asistencia médica y -tan importante como esa ayuda material- apoyo moral y hermandad. Estos calesianos solidarios además documentan y denuncian sin descansar los atropellos que sufren los migrantes.

Los refugiados son desconfiados. Para comunicarse con ellos es preferible tener una recomendación de alguna ONG que los ayude. Gracias a Francois Guennoc y Catherine Konforti, de la asociación Albergue de los Migrantes, la reportera pudo...

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