Arte extremo en pos de la democracia

AutorAdrián Foncillas

PEQUÍN.- Es bajito y enjuto. Extremadamente educado, habla pausadamente y baja el tono hasta lo inaudible en las respuestas largas. De vez en cuando su sonrisa muestra una dentadura caótica y enlutada por el tabaco. Sólo la colección de cicatrices revela que de He Yunchang sale el arte más extremista en China.

Llamó "Un metro de democracia" a su obra icónica. Reunió a 25 amigos y les preguntó si querían que se cortara con un cuchillo desde la clavícula al muslo. Tres rondas de votaciones después, el escrutinio arrojaba 12 sí, 10 no y 3 abstenciones. Un médico efectuó la incisión de un metro de largo y medio centímetro de profundidad. Algunos de los que habían votado por el sí no lo pudieron soportar: salieron de la sala mientras He pedía al azorado galeno cortes más rotundos y encadenaba alaridos de dolor.

El performance terminó con una foto: él desnudo y malherido rodeado del sonriente público.

"Es un drama que mi generación no vaya a conocer qué es la democracia, pero será peor que no la conozca la siguiente. Estaba jugando con mi hijo de un año y pensé que sería un buen regalo para él", explica.

Esa obra evidencia un par de cosas. Primero, que He carece de límites para expresarse. Segundo, que hay en él hondura, intención y arte. He es reverenciado por el gremio local, acumula dos décadas de experiencia, ha trabajado en Estados Unidos, Europa y Australia, es el referente de los performances artísticos en China. No es un descerebrado sacado de Jackass.

El dolor es el elemento común a su obra. No es el objetivo, sino el precio que paga por expresar su preocupación por el mundo. A He le duelen menos sus heridas que la deriva de su país. "China se ha desarrollado muy rápido en las últimas décadas, pero sólo en aspectos materiales, no en el arte, la imaginación y otras cuestiones espirituales", sostiene.

Dice que con su sufrimiento sólo pretende experimentar y sentir, no impresionar, pero es inevitable. Cuando todo el país se concentraba el 8 de agosto de 2008 en la inauguración de los Juegos Olímpicos de Pequín, He esperaba en un quirófano a que le extrajeran la octava costilla para hacerse un collar (el ocho es el número de la suerte en China).

También ha "dividido" el caudal de un río colgado boca abajo de una grúa con la sangre que brotaba de las incisiones de sus brazos durante media hora. Una "herida" infligida al río, según sus cálculos, de 4 mil 500 metros de largo. Se ha destrozado los ojos frente a decenas de focos, encerrado en un...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR