Así me secuestraron

AutorArturo Rodríguez García

Un sonido metálico pero apagado, como el de un objeto grande golpeando el mosquitero-pared del dormitorio de la Estación Ambiental Chajul IV, sustrajo a Julia Carabias Li-llo de su sueño. La exsecretaria de Medio Ambiente intentó adaptar su visión a la oscuridad cuando la puerta de acceso a las instalaciones de este centro sucumbió ante una embestida estruendosa. Tan pronto se puso en pie quedó encandilada por una lámpara enfocada a su rostro que apenas le permitió ver dos siluetas apuntándole con armas largas. Entonces gritó...

Eran como las dos de la madrugada del pasado lunes 28 de abril. La bióloga quería que la escucharan los tres estudiantes que la acompañaban ahí. Una chica fue encañonada y otro joven se mantuvo oculto en un módulo contiguo, aunque presenció la escena.

Carabias temía que, acostumbrados a que ella salía de la estación sola y muy temprano, los estudiantes no se percataran de lo que estaba ocurriendo. Así pasó con la tercera joven, que realiza su servicio social: permaneció dormida.

La académica universitaria se esforzaba por conservar la calma cuando escuchó cómo desgarraban el mosquitero; segundos después, el cañón de un revólver se le acercó a la espalda.

"¡Somos del EZLN y tenemos órdenes de llevarla con nuestros jefes!", exclamó uno de los sujetos, encapuchado, que irrumpieron en la estación. Ella intentaba pensar rápido. Les dijo: "Yo los he buscado...También quiero hablar con ellos... Sólo permítanme ponerme mis botas. Bajen las armas, no me voy a resistir"...

Le dieron unas botas que no le pertenecían y la sacaron de ahí. Caminaron un breve tramo y, aun cuando le cubrieron el rostro, ella dice saber dónde estaba, pues conoce la selva. Durante diez minutos, una lancha los transportó por el Chajul, río arriba. Cuando alcanzaron la ribera percibía prisa en sus captores.

Lo accidentado de la vereda, la incomodidad del calzado ajeno y la capucha que le pusieron entorpecía su avance. Le descubrieron los ojos y, horas después, cuando ya había amanecido, por fin se detuvieron en una parte de selva muy cerca de la frontera con Guatemala.

Ahí, la encadenaron de una pierna a un árbol, frente a un arroyo donde abreva el ganado. Escrupulosa, se resistía a be-ber de esa agua, hasta que la sed la venció. Afirma que los secuestradores le exigieron 10 millones de pesos por liberarla.

Con el paso de las horas, repasaba los acontecimientos: Sus plagiarios supieron a qué dormitorio llegar y a qué hora para mantener a raya, como lo hicieron, tanto al vigilante como a los estudiantes albergados en la estación. Pensó que sólo alguna de las personas cercanas a su entorno podía haber conocido esta información...

Pero lo importante ahora era conseguir tiempo y establecer contacto, como una "prueba de vida", con Javier de la Maza, el biólogo y ambientalista cuya organización, Natura Mexicana, trabaja en la zona desde los años setenta.

La necesidad de lograr esa comunicación para conseguir los 10 millones que le pedían como rescate, fue el argumento de Carabias ante sus captores para intentar hacer una llamada telefónica.

Era una suma que, les dijo, no tenía y debía conseguir con amigos y familiares. Así que a las 8:00 de la mañana del mismo 28 de abril, los plagiarios le permitieron hacer una primera llamada desde un teléfono que ellos llevaban.

Habló con De la Maza, quien se puso en contacto "al más alto nivel" con los gobiernos estatal y federal. Después de...

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