Las batallas de Churchill

AutorLucia Luna

Un día de principios de 1942 Franklin D. Roosevelt se desplazó en su silla de ruedas a través del vestíbulo de la Casa Blanca hacia la habitación de su huésped, Winston Churchill. El presidente estadunidense estaba satisfecho con el borrador de la declaración que emitirían las potencias aliadas -Estados Unidos, Gran Bretaña, Unión Soviética y China- pero no le gustaba la denominación. Tenía una mejor, "naciones unidas", y quería conocer la opinión del primer ministro británico.

Cuando llegó, Churchill se preparaba para tomar un baño y deambulaba desnudo por sus aposentos. Sin reparar en su desnudez, Roosevelt le propuso el cambio de nombre. "Bien", dijo el primer ministro. Más tarde le comentaría al rey Jorge VI que sin duda era el único primer ministro británico que había recibido desnudo a un jefe de Estado.

La desinhibición con que Churchill aparecía desnudo ante terceros se atribuye a su origen aristócrata, conforme al cual nunca realizó sus rutinas íntimas sin la ayuda de un sirviente. También a su etapa de soldado en las guerras de finales del siglo XIX y principios del XX, cuyas trincheras no daban espacio al pudor.

Pero en 1942 su desnudez ante Roosevelt fue como una premonición, porque a la postre el presidente estadunidense y su sucesor, Harry S. Traman -junto con el líder soviético Stalin- acabarían por despojar a Churchill de la conducción militar de la guerra, de la construcción política de la paz, de la independencia económica de Gran Bretaña y del poder y la gloria de un imperio al que defendió hasta el fin de sus días.

De eso trata The Last Lion.Winston Spencer Churchill. Defender ofthe Realm 1940-1965, el tercer volumen de la biografía de Churchill iniciado por el escritor e historiador estadunidense William Manchester y terminado por el periodista Paul Reid; un abultado tomo publicado en noviembre de 2012 por el sello editorial Little, Brown and Company. Como ya se expuso en una reseña anterior (Proceso 1828) referente al segundo volumen -Alone 1932-1940 (el primero es Visions ofGlory 1874-1932)-, el escritor, que murió en 2004, le pidió a Reid que culminara el tercer libro, correspondiente a la etapa que llevó a la cúspide al estadista británico: la Segunda Guerra Mundial.

Nueva investigación

Dado que Manchester dejó unas cinco mil páginas de investigación entre discursos, bitácoras de guerra, cartas y telegramas enviados y recibidos, registros de contemporáneos, documentos oficiales, recortes de periódicos, fuentes secundarias y entrevistas a familiares, colegas y amigos, y la redacción del texto llevaba unas 200 páginas, muchos pensaron que el tercer libro saldría pronto. Pero la continuación no fue fácil ni expedita.

Reid tuvo problemas para descifrar los apuntes de Manchester, compilados en legajos y con anotaciones crípticas que sólo él entendía, lo que lo obligó a verificar datos y fuentes. Muchos de ellos habían sido rebasados por el tiempo, ya que el historiador estadunidense empezó a reunir el material en 1988, cuando se publicó el segundo tomo y, por motivos nunca aclarados, no se sentó a escribir sino hasta un decenio después.

Para actualizar la información Reid hizo nuevas entrevistas, buscó textos más recientes y aprovechó la desclasificación de documentos no liberados en vida de Manchester. Pero hizo otra cosa: Extender el libro más allá de 1945 para contar la derrota electoral de Churchill, su periodo como líder de la oposición, su segundo mandato, su obsesión por frenar el avance del comunismo soviético y su lucha por la unidad de Europa, el desarme y la paz.

Richard M. Langford, historiador de Churchill, compilador de varias de sus obras y quien participó como lector de pruebas en los dos últimos volúmenes, cuenta que Manchester le comentó personalmente que no pensaba abordar esa etapa porque le parecía "superflua"; una simple coda a la épica churchilliana de la Segunda Guerra Mundial.

Las páginas destinadas a esa etapa son sólo unas 120 de las casi mil 200 del libro, pero ofrecen un cierre necesario a la vida de un hombre que si bien ya había pasado sus máximos momentos de gloria, nunca dejó de luchar por lo que creía y que seguía siendo consultado y admirado por quienes comprendieron su papel en la historia. Eso sí, resultó un texto largo, denso y sumamente detallado, como si Reid no hubiera querido dejar fuera nada de la investigación de Manchester ni de la suya propia.

La esencia del libro es cómo Churchill se enfrentó a la maquinaria bélica de Hitler y luchó por sumar aliados a su causa, concretamente Estados Unidos y la Unión Soviética, para acabar siendo devorado por ellos.

Su "estira y afloja" con Roosevelt añora desde las primeras páginas, cuando envía un telegrama redactado en forma cordial a esos "malditos yanquis". Los alemanes avanzaban sobre Francia y París había solicitado a Londres apoyo aéreo para detenerlos. Churchill no quería dejar desprotegida a Inglaterra por lo que pidió ayuda a Washington. La respuesta fue que no.

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