Un cambio de táctica
Autor | Javier Sicilia |
El problema es que ese proceso revolucionario que en los últimos 10 años se ha manifestado a través de marchas, plantones, autodefensas y policías comunitarias ha dejado de ser útil en sí mismo para el cambio. Su poder, a pesar de pro-liferar a lo largo y ancho del país, no sólo se agotó; comienza a funcionar en favor de quienes desde las partidrocracias han generado esta realidad y pretenden seguir administrándola.
Para nuestra clase política, las luchas fragmentadas e intermitentes son, sin importar su multiplicación, la mejor forma de controlar su contenido revolucionario e imposibilitar cualquier tipo de cambio. Una vieja táctica que, junto con la persecución de los líderes políticos y el uso de la fuerza, han utilizado todos los gobiernos dictatoriales o en descomposición.
Desde que el MPJD develó la emergencia nacional creí, siguiendo las enseñanzas de Gandhi y las propuestas de muchos otros que me antecedieron, que el boicot electoral era la manera de unificar ese descontento nacional, dar cauce a su proceso revolucionario y generar el cambio. La razón es tan simple como el sentido común de las enseñanzas de Gandhi: un gobierno sólo existe porque la gente le concede autoridad y apoyo. En el momento en que se los retiran, el gobierno pierde su razón de ser y se desmorona.
Bajo esa lógica me parecía que las elecciones, al reunir a la mayor parte de la nación, podrían, mediante su boicot, encauzar el malestar nacional y desmoronar el sistema político de manera no-violenta. Me equivoqué, no por la fuerza que encierra el boicot -con el boicot de las telas y del impuesto sobre la sal, la India de Gandhi logró sacar de su territorio al gobierno inglés-sino porque una buena parte de los mexicanos, no obstante las expresiones de su malestar, han continuado asistiendo a las urnas a votar y a legitimar con ello la causa de su sufrimiento y de su indignación.
A pesar de que algo se quebró de manera grave en la conciencia ciudadana y de que ya no habrá discurso ni medida extrema que pueda evitar la evidencia del colapso y las protestas que crecen y se expanden, hoy esa parte de la ciudadanía se prepara paradójicamente a volver a las urnas en 2018. Apremiada por la propaganda, por el miedo a la violencia que conlleva siempre un proceso revolucionario y por la ilusión de que quizás ahora sí, no obstante lo que todos sabemos, un cambio de partido en el gobierno mejorará lo que en la realidad está destruido y es fuente de la violencia, el llamado al...
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