El comandante y el periodista

AutorHomero Campa

-Don Julio está bien -contesté de bo-tepronto, sorprendido por la pregunta.

-Pero, ven acá ¿cómo es que ya dejó la revista Proceso? -repreguntó en alusión a que apenas en noviembre anterior don Julio, junto con Vicente Leñero y Enrique Maza, se había retirado de las labores directivas del semanario.

-Bueno -dije yo- renunció a la dirección, pero se mantiene como presidente del consejo de administración de CISA, la empresa que edita la revista.

-Ah, entonces sigue estando al frente -concluyó sonriente y siguió de largo.

En el verano del mismo año don Julio me llamó por teléfono a La Habana. "¿Cómo ve al Comandante?", preguntó directo en alusión a los rumores cada vez más recurrentes de que Fidel Castro se encontraba muy enfermo, prácticamente al borde de la muerte.

"Casi no lo veo, don Julio. Pero en los raros actos públicos en los que aparece se le ve más delgado", contesté, igualmente sorprendido por la pregunta.

Julio Scherer y Fidel Castro se conocían, se respetaban y diría incluso que simpatizaban, pero me fue claro en esos días que no tenían comunicación.

Scherer lo había entrevistado en dos ocasiones. La primera en julio de 1959, cuando era reportero de Excélsior y Fidel era el carismático comandante que encarnaba los sueños de la Revolución. Scherer lo "cazó" de madrugada en la cocina del hotel Habana Hilton, donde Castro cenaba "como un hambriento: carne, leche, frutas, panes; todo en abundancia", escribió el reportero en el texto de la entrevista que publicó ese diario el 26 de julio de 1959.

Scherer cuenta luego que Castro salió de la cocina, pero se entretuvo con un grupo de turistas estadunidenses con quienes se tomó fotografías y quienes le pidieron que estampara su firma en banderas cubanas. Bajó finalmente al estacionamiento e hizo subir a Scherer a su automóvil: "Tú al centro, mexicano, junto a mi ayudante. Yo en la ventanilla", le dijo.

Y le advirtió: "Serán sólo unos minutos. Desde la una de la madrugada me esperan unas personas en mi casa. Sólo unos minutos, mexicano...", pero Scherer ya no lo soltó: la entrevista duró una hora con 20 minutos.

La petición de Fidel

La segunda entrevista se llevó a cabo en septiembre de 1981. Scherer era director de Proceso y Fidel había consolidado el régimen socialista en la isla. No fue fácil que éste aceptara las preguntas del periodista. En un texto titulado "Los locos de la Revolución", aparecido en la edición especial número 20 de Proceso, Scherer contó:

"Fidel me decía, amistoso:

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