Cuarenta años de valorar la verdad

AutorAriel Dorfman

¿Exagero al declarar que Proceso fue un hogar?

En absoluto. Cuando comencé a mandar colaboraciones para la revista - creo que fue a mediados de 1978-, me encontraba exiliado con mi familia en Holanda, donde habíamos terminado después de varios años de peregrinaje y desastres que nos asolaron a partir del golpe militar chileno de 1973.

Mi primera entrega fue una meditación sobre el destierro, evocando mi amistad con un viejo maravilloso llamado Draguy, un yugoslavo que había participado en la resistencia francesa contra los nazis, cuyos ojos se llenaron de lágrimas cuando le hablé de Neruda y Allende, de la distancia y las uvas de mi tierra. Al poco tiempo de nuestro encuentro con él, su mujer nos avisó que ese anciano magnífico había fallecido repentinamente, pero que nos tenía un regalo de su parte. Era un resplandeciente abrigo de piel de camello que no se condecía con nuestra pobre condición proscrita, indocumentada y fugitiva. Pero Draguy sabía algo de los dolores del desarraigo, sabía que era necesario disfrazarse de rico y poderoso, ponerse ese abrigo como un escudo contra la adversidad si pensábamos sobrevivir. Ese abrigo me sirvió, en esa primera crónica, como una metáfora sobre el exilio, una manera de explorar la solidaridad y el abandono, las puertas que se abren y las puertas que se cierran. Y me alegré, era que no, que tales palabras mías circularan en un México al que no le faltaban sus propios dolores, sus propias puertas abiertas y cerradas. Proceso me permitió un refugio intelectual, le dio amparo a mi voz, vedada en mi propia patria. A falta de Chile, bueno era México y el público internacional latinoamericano que se asomaba a la azotea y rincones de esa revista. Aparecer en Proceso ayudaba a mitigar la pena de que mis escritos no podían ser leídos por los compatriotas que sufrían los azares y peligros de la dictadura.

¿Y si intentara llegar a ellos? Para esa fecha ya habían ido apareciendo en Santiago algunas publicaciones de origen democrático, semitoleradas, siempre a punto de ser clausuradas por la dictadura -no tan diferentes de Proceso mismo- que también estaba amenazada de extinción, cercada por el imperio omnímodo del Estado. ¿Por qué no mandar ese artículo que había compuesto para México a la revista Hoy en Chile, a ver si se atrevían a publicarlo?

Se atrevieron.

En un número de diciembre reprodujeron mi crónica sobre el abrigo milagroso. No faltaba ni un adjetivo, ni un verbo, ni un sustantivo. Cómo esa...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR