La desolación cultural mexicana (segunda y última parte)

AutorJorge Sánchez Cordero

El pueblo Seri (Comcáac en lengua nativa) es una de las etnias más antiguas en el continente. Habitaba la costa central del desierto de Sonora, inhóspita región de América del Norte, desde al menos los siglos II y III d. C. Se asienta específicamente en las islas Tiburón y San Esteban, en el mar de Cortés. Los seris han sobrevivido a condiciones naturales extremas; pero no solamente a ellas: durante el periodo colonial sobrevivieron al exterminio español. Sus formas de subsistencia son precarias y se fundan en su cultura ancestral.

En 1961 los seris iniciaron el tallado de figuras en palo-fierro como artesanía comercial. El palo-fierro (Olneya tesota) es una de las maderas más duras en el orbe. La forma del tallado y las características de las figuras elaboradas por los seris estaban fuertemente enraizadas en sus tradiciones. Estas piezas tuvieron una buena aceptación, fundamentalmente en los Estados Unidos; éxito comercial modesto que atrajo la atención de más habitantes de la zona, quienes pretendieron desplazar a los seris en la producción de este tipo de trabajos.

Ante el acoso comercial, el pueblo Seri buscó proteger su artesanía. Sin embargo, conforme a la legislación en materia de propiedad intelectual de la época, aquella no satisfacía los requisitos de innovación. Una de las soluciones que se plantearon fue el reconocimiento como denominación de origen de los procesos de tallado en palo-fierro.

Pero tampoco esta última normativa resultaba adecuada, pues por definición debe amparar el vínculo indisoluble entre medio ambiente y cultura; así que la única opción viable era la marca registrada, que sólo involucra un proceso de elaboración determinado. Se optó entonces por este último mecanismo para proteger de esta manera toda una gama de productos seris, entre ellos canastas, muñecas, collares, esculturas de madera y de piedra.

El dilema que a continuación se planteó fue el de la personalidad jurídica de los integrantes del pueblo Seri. Un burócrata cultural iluminado tuvo la sagacidad de organizarlos como Sociedad Cooperativa de Consumo "Artesanos Los Seris", S.C.L., para hacer viable el registro de la marca Arte Seri.

Este tema jurídico es de alta complejidad, ya que en términos de la ley occidental los miembros de los pueblos seris que no formen parte de esa agrupación carecen del derecho a usar la marca. No es estéril mencionar que la sociedad cooperativa resultó ser la yuxtaposición de una forma de organización jurídica forzada, totalmente artificial y ajena a los usos y costumbres del pueblo Seri.

El precedente referido es emblemático por diversas razones. Una de la más destacada deriva del hecho de que la preservación del conocimiento tradicional no debe constreñirse al valor venal. De esta manera, tiene que imperar el criterio de que la salvaguarda de ese conocimiento no puede reducirse a una biodiversidad susten-table o a sus aplicaciones industriales.

Así, es preciso puntualizar que la disipación del conocimiento tradicional no sólo es una tragedia para las comunidades culturales universales, sino para la comunidad que depende de la integridad de su sistema de conocimiento para su supervivencia cultural y física.

En lo que respecta a México, los...

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