Entregas en caliente / Avalancha

Paco Jones está atrapado con Rebeca dentro del glaciar Gangotri. Cayeron por una grieta y estuvieron a punto de follar. Pero eso ya parece un pasado muy lejano pese a que no deben llevar ni una hora ahí adentro. Una hora en la que Paco ha intentado por todos los medios excavar un túnel o, al menos, remover la cantidad necesaria de nieve para tapar el cadáver del alpinista al que encontraron cuando las nalgas de Rebeca estaban empinadas y prestas para recibir la erección de Paco.

Poco ha conseguido Paco Jones de su encomienda. El primer problema es que siente que se le está terminando el oxígeno, algo muy común a esas altitudes. El segundo es que los dedos se le acalambran. La simple imagen de los muñones en los dedos de los pies del alpinista muerto y la idea de la posible gangrena hacen que vaya desfalleciendo de a poco. Si ha de morir, que sea completito. Por eso se sienta de espaldas a la pared y deja que Rebeca le caliente las manos con su aliento.

-Al menos vivimos felices -dice Rebeca pensando no sólo en los miles de hombres con los que folló sino en todas y cada una de las ocasiones en que se supo enamorada sólo para descubrir que el amor es algo tan intenso que puede llevarla a una a cometer cualquier locura.

-Tienes razón -responde Paco, rememorando, a su vez, todas y cada una de sus aventuras, de las ocasiones en que estuvo a punto de perder la vida o de ser descubierto por un marido celoso.

Ambos tienen razón. Los dos han vivido vidas plenas, envidiables para la mayoría de las personas. Si fuera un simple asunto de estadística, es probable que, entre los dos, hayan follado con más de un millar de personas. No sólo eso, la mayoría de las veces...

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