La expurgación ideológica de la cultura (Segunda y última parte)

AutorJorge Sánchez Cordero

Occidente no se puede ahora llamar a engaño. Los recursos provenientes de los mercados de arte han contribuido en gran medida a financiar la violencia política en la región. No se necesitaba de una gran imaginación para percatarse de las turbulencias que nos aguardaban. Las consecuencias son ahora impredecibles. Al video hecho circular hace tres semanas en la red mundial por el Estado Islámico (EI) en el que exhibe la destrucción de piezas que perpetró en el Museo de Mosul, le han sucedido las devastaciones de Nimrud -la antigua ciudad bíblica de Kalakh-, que hospeda los palacios de Asurnasirpal II, Salmanasar II y Tiglath-Pileser III, y la de los sitios arqueológicos de Hatra -capital del imperio Arsácida o Parto, fundado más de 2000 años a.C. -, y de Khorsabad, sede de Dur Sharrukin -ciudad amurallada cuya antigüedad se remonta al año 713 a.C., capital de Asiria- situada al norte de Irak.

Ante estos hechos, la divisa es clara: todo bien cultural que no sea susceptible de ser introducido en el mercado negro es objeto de destrucción.

La directora general de la UNESCO, Irina Bokova, solicitó a la fiscal de la Corte Penal Internacional, Fatou B. Bensouda, integrar una investigación por crímenes de guerra en contra de EI. Bokova se entrevistó el 6 de marzo último con el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, y con el presidente en turno del Consejo de Seguridad, el embajador francés François Delattre, a quienes les solicitó formalmente que detuviera la expurgación cultural.

No es la primera ocasión que dicha instancia tiene que intervenir; el 12 de febrero pasado (Resolución 2199) ordenó la prohibición del tráfico de bienes culturales proveniente de Siria e Irak.

La gravedad del expurgo ideológico de la cultura en Medio Oriente obliga a repensar las medidas, hasta ahora infructuosas, que se han emprendido para detener el tráfico ilícito de bienes culturales.

Los hechos

El 22 de febrero último, el ministro de Cultura de Italia, Dario Fanceschini, acompañado del general Mariano Mossa, jefe del Comando de Carabineros para la Tutela del Patrimonio Cultural, y de Mariarosaria Barbera, superintendente de Arqueología del gobierno italiano, presentaron la mayor recuperación en la historia italiana de bienes culturales provenientes de excavaciones ilícitas -en específico de las regiones de Lazio, Campania, Sardi-nia, Puglia, Basilicata y Sicilia-, los cuales datan desde el siglo I a.C. hasta los siglos II y III de nuestra era.

Se trata de más de 5 mil 500 piezas grecorromanas (vasijas, estatuas de bronce, crateras) valuadas en más de 50 millones de euros; pero la más preciada es una jarra de autor anónimo del siglo VI a.C. con pinturas de Teseo, localizada en una tumba etrusca del centro de Italia. Esta magnífica colección se exhibe actualmente en el Museo Nacional Romano, en las Termas de Diocleciano, en Roma.

La recuperación se hizo posible gracias a un evento fortuito: En 1994 los carabinieri descubrieron en un automóvil accidentado la fotografía de una cratera pintada por Asteas (350-320 a.C.). Residente de Paestum, Asteas es uno de los pocos pintores de la Grecia antigua de los que se tiene conocimiento. Este artista desarrolló temas mitológicos y la técnica de las figuras rojas en cáliz, en cratera o en vasija. El vehículo pertenecía al contrabandista Pasquale Camera, convicto por tráfico ilícito de bienes culturales.

Posteriormente, la cratera de Asteas fue localizada en Los Ángeles, California: la había adquirido la fundación Paul Getty, que se distingue por tener una política muy laxa en materia de adquisición de bienes culturales. En el curso de las pesquisas policiacas surgió el nombre de un galerista siciliano, Gianfranco Becchina, exempleado de hotel que de hecho ya se encontraba bajo investigación. Coordinados con la policía suiza, los carabinieri catearon su galería...

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