El factor aislamiento

AutorEnrique Semo

Hasta el siglo XVI los océanos Atlántico y Pacífico fueron obstáculos insuperables para una comunicación sistemática entre el Viejo y el Nuevo Mundo. Es verdad que los vikingos con sus esbeltas naves lograron en el siglo X superar el primero a la altura de Islandia y Groenlandia, pero esa fue una proeza excepcional sin continuación ni consecuencias duraderas. No fue sino en el siglo XV cuando esto comenzó a cambiar gracias a una serie de inventos en la técnica de la navegación europea entre las cuales estuvo la carabela, barco que en su forma inicial fue introducido por los árabes a España, que no precisa remos, ligero, de forma afilada que permitía velocidades considerables y bastante seguridad en el manejo. Se tardó bastante para que los dos océanos, de obstáculos a la comunicación se volvieron vías de acceso estables y relativamente bien conocidas.

En este continente ignorado por el Viejo Mundo, millones de hombres y mujeres vivieron con creatividad notable durante 20 milenios o más, sin contactos significativos con los europeos, asiáticos y africanos, aunque probablemente pueblos prehistóricos de Oceanía y posiblemente los chinos tocaron sus costas sin dejar un impacto duradero de su estancia. Las diferencias de los indoamericanos de 1491 con los habitantes del Viejo Mundo sólo pueden ser entendidas colocándolos en el marco de su hábitat y su larga historia precolombina autónoma del Viejo Mundo: una historia que lleva el sello de un medio completamente diferente y de culturas originales. Fuera de esa historia, o mejor dicho pro-tohistoria, los indígenas contemporáneos parecen flotar misteriosamente en el aire, con un pasado lleno de mitos y leyendas y una vocación conservadora enigmática. Recobran su dimensión real sólo como parte de una población autóctona continental que construyó su identidad respondiendo a retos iniciales y muy diferentes a los del Viejo Continente y los resolvió en una forma completamente independiente, creando culturas que deben ser estudiadas en sí mismas, libres de toda visión eurocentrista. Sabemos mucho más sobre los cazadores y recolectores americanos que sus congéneres en Europa o Asia porque sobrevivieron hasta siglos recientes, pero nos cuesta entenderlos mientras pensemos en categorías europeas.

La universalidad de la historia humana sólo puede ser recuperada atendiendo las múltiples particularidades de cada una de sus civilizaciones y sus tiempos diversos con sus propios eventos decisivos o marginales desde su punto de vista exclusivo. Los latinoamericanos del siglo XX no vivieron directamente las dos guerras mundiales y si bien conocen su existencia en la historia, éstas no viven en su memoria colectiva.

La difusión de las innovaciones

El aislamiento externo de los pueblos indoamericanos tuvo un doble y contradictorio efecto. Por un lado multiplicó el número de sus civilizaciones originales, profundamente enraizadas en sus regiones exclusivas. Quienes se sorprenden de la sobrevivencia de las culturas aborígenes americanas olvidan que cada una de ellas protagonizó de forma completamente independiente cambios epocales, como el descubrimiento de la agricultura, que tomó más de dos milenios; la construcción de civilizaciones complejas; la creación de culturas de una brillantez sorprendente y el ascenso y desaparición de grandes imperios hasta el siglo XVI. Estas gestas viven en muchas formas en su memoria colectiva hasta hoy. La mentalidad del habitante del Nuevo Mundo reposaba sobre experiencias sociales e imágenes religiosas que a los conquistadores nada les decían y viceversa. Como las instituciones que les daban vida no desaparecieron completamente, el pasado sigue reproduciéndose como parte de una cultura viva y cambiante.

Más grave aún es que esta soledad impidió el desarrollo de inmunidades a las epidemias euroasiáticas y africanas que se intercambiaron en un contrapunteo destructivo entre sí pero no mortal durante siglos en el Viejo Mundo, mientras que al llegar a América, fueron causa de una hecatombe unilateral. Brillantes artistas, astrónomos, matemáticos, urbanistas...

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