Un gobierno de simulación

AutorJavier Sicilia

La administración de Peña Nieto y la clase política en general no han asumido con toda responsabilidad la tragedia humanitaria que tiene al país sumido en el horror. Ha tratado el asunto como un problema político más que se resuelve con retórica y parches, y no como lo que en realidad es: una emergencia nacional que exige emplear la mayor parte de los recursos del Estado para sanarla. En este sentido, no ha hecho una plataforma de víctimas para saber quiénes y cuántos son y qué les sucedió; no ha dotado a las procuradurías de laboratorios de ADN; no ha tipificado el delito de desaparición; no ha creado los suficientes protocolos para la búsqueda de desaparecidos ni ha traído ni formado los antropólogos forenses necesarios para su búsqueda -tenemos sólo 28, cuando hacen falta más de 500-. No ha hecho descender el asesinato, el secuestro, la trata ni la extorsión.

Lejos de ello, y de manera semejante a como el gobierno de Calderón lo hizo, criminalizando a las víctimas y sumiéndolas en la fosa común de las estadísticas, la administración de Peña Nieto ha tratado de cambiar la percepción borrando, en el discurso mediático, la dimensión de esta tragedia.

Una estrategia así es tan peligrosa y criminal como la del propio Calderón. Deja a la ciudadanía en una grave indefensión psicológica y física, sin las reacciones de defensa necesarias frente al peligro, y la vuelve cómplice del crimen. La Alemania nazi, por otras razones, lo hizo también. "Logró -dice Ian Kershaw- transformar las percepciones sobre la realidad, pero no la realidad misma". Detrás de la percepción, la realidad, como sucede en México, fue la indefensión de muchos, la complicidad de otros por indiferencia, la impunidad, la injusticia y el horror.

El encubrimiento de la tragedia bajo formas retóricas humanistas tiene su contraparte en los mensajes delincuen-ciales que el gobierno lanza y que, como lo dije alguna vez, son la continuación del crimen por otros medios, los de la política. El gobierno y la clase política prosiguen una vieja práctica que a lo largo del tiempo ha destrozado el esqueleto moral y político de la nación: el encubrimiento de criminales en el centro de las instituciones del Estado. Recientemente, y sólo como un fragmento de la punta del iceberg que todos conocemos, el gobierno encubrió, y después exoneró a funcionarios que usaban un programa humanitario, la Cruzada Nacional contra el Hambre, para comprar votos. No ha fincado responsabilidades a Romero...

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