Ser Gótico / El macabro engaño

Fotografía postmortem en el siglo XIX

Ahora que estás muerto, más vivo te veo

Susan Sontag tiene toda la razón cuando afirma que "...desde que se inventaron las cámaras en 1839, la fotografía ha acompañado a la muerte"[1]. Por su naturaleza de capturar lo efímero, de perpetuar un momento único, el arte-técnica de fijar imágenes en placas de distintos materiales ha estado unido a los ritos funerarios. Somos materia, huesos y piel que se corrompe, que desaparecerá una vez que muramos. Durante el siglo de los 1800 fue muy usual que las familias que perdían a un ser querido hicieran retratar el cadáver antes de que las huellas de la descomposición se hicieran evidentes; en la mayor parte de los casos, los dolientes colocaban a su difunto de manera que pareciera vivo para así, tomarle la última de sus fotografías. Estas placas que se guardaban como reliquias y se heredaban de una generación a otra, provocan diferentes sentimientos: patetismo, compasión, repulsión, lástima, incluso miedo. Son un intento desesperado de preservar una parte del finado y, más aún, al negar la condición del pariente fallecido, haciéndolo parecer dormido, una manera de negar a la muerte.

De manera irónica, a estos retratos se les llama también Memento Mori (Acuérdate de la muerte, en latín).

Recuérdame cómo era

Desde los inicios de la humanidad, el hombre siempre ha buscado la manera de negar su condición efímera y, al mismo tiempo, de eternizarse. Desde los faraones egipcios que se hacían cubrir con sarcófagos que representaban su rostro en vida hasta los mayas y sus policromas máscaras de jade, todos hemos querido perpetuar nuestra imagen más allá de nuestra propia muerte. Durante el renacimiento, y hasta bien entrado el siglo XX, era frecuente que a la persona que acababa de fallecer se le hiciera una mascarilla de yeso que capturara su última expresión. Muchas veces, estas imágenes se colocaban en la tumba del finado; muchas otras, cuando el muertito era ilustre, se les guardaba como reliquias patrias -en el Palacio Nacional de la ciudad de México está exhibida la máscara mortuoria de Benito Juárez, para no ir más lejos-, en algunas ocasiones incluso se les daba el uso de documentos forenses -en la que se le sacó a Francisco Villa, por ejemplo, se ve claramente el tiro que le quitó la vida-.

Las máscaras mortuorias tenían la característica de ser fieles. Al tomarse directamente del rostro del cadáver, representaban los rasgos del recién fallecido de manera...

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