La guerra boba

AutorSabina Berman

A México debiera interesarle en especial reconocer cómo las causas del narcotráfico, con sus características peculiares, ocurren en Europa y Estados Unidos, y suspender una guerra que ataca al narcotráfico como un fenómeno local. Es lo equivalente a encender fogatas en el Valle de Anáhuac para regresar la larga primavera mexicana, acortada en este siglo XXI por el descongelamiento de los polos del globo.

Levanten por favor la mano aquellos que han fumado mariguana o esnifado cocaína, le pido al público de la Feria del Libro en Berlín. Seis de cada 10 personas alzan las manos.

Levanten las manos quienes piensen que la droga es el Diablo. Ninguna mano se alza y una risa recorre al público.

Levanten las manos los que hayan tenido algún problema con la policía por haber fumado mariguana o esnifado cocaína. De nuevo, ninguna mano se alza y de nuevo la risa.

Estos son los números según el Reporte Mundial de la Droga, de la ONU: 34 millones de europeos consumen coca o mariguana como parte de su estilo de vida. En Estados Unidos la cifra es de 44 millones de consumidores.

Si alguna vez lo hizo, hoy día la policía del Primer Mundo no persigue la distribución ni el consumo de la droga. La droga está tan cerca como el menudista de la colonia. Se le llama por celular, él trae a casa la mercancía.

En Londres visito las cárceles de Queensway un sábado, noche de drogos y pirados. Acá traen a pasar la turbulencia de una sobredosis a los usuarios que despliegan conductas aberrantes. Llaman a la policía sus novias o sus amigos, sus madres o los vecinos. La policía los recoge, los encierra en una celda a que hagan sus locuras en solitario. Gritar incoherencias, estrellarse contra las paredes, orinar los muros. En la mañana, ya sobrios, reciben un desayuno y una recomendación de tratamiento.

Hay que repetirlo, acá traen a las víctimas de una sobredosis, no a cualquier consumidor. El consumo de droga es tratada como un asunto de salud, no un crimen.

Sencillamente la droga ha perdido su aura diabólica en los países altamente desarrollados donde se consume. De ahí que ningún político se anime a lanzar una ofensiva contra ella. Pero tampoco ningún político propone su legalización para desvanecer la incongruencia de que sea permitida pero criminalizada. Nadie se lo aplaudiría. El asunto se vive en una hipocresía conveniente.

Sólo en ese país lejano llamado México el narcotráfico provoca balazos, descuartizados, encajuelados, marchas de protesta, 95 mil muertos...

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