La hambruna

AutorAlejandro Saldívar

En Somalia, las cosas parecen suspendidas en un silencio ominoso, como a la espera de un cambio que debe llegar por fuerza. Pero no llega. En vez de eso más de 20 años de guerra civil y la ausencia de un gobierno central, desde 1991, han obligado a más de 2 millones de somalíes (según datos del ACNUR) a dejar su país.

El gobierno federal de transición (GFT) –en funciones desde 2004 y encabezado por el presidente Sharif Sheik Ahmed– no tiene autoridad en todo el país. Además hay muchos otros factores que avivan la crisis de Somalia: las disputas territoriales entre los “señores de la guerra”, el malestar social, la piratería y la inestabilidad. Lo más reciente: una sequía como no se había visto en más de medio siglo, que agrava la emergencia alimentaria.

“Lo que pasa en Somalia pudo haberse evitado”, asegura Hilda Varela, investigadora del Centro de Estudios de Asia y África de El Colegio de México. “La simple sequía no explicaría el nivel de desnutrición y miseria de la población. Tenemos mezclados un fenómeno natural, una inestabilidad política prolongada, una incomprensión internacional hacía los somalíes y altos precios de la comida en los mercados internacionales”.

Apenas el pasado miércoles 17, la ONU dio a conocer, en un texto proporcionado a Proceso por la organización Save The Children, que 13 millones de personas están afectadas por la sequía y la hambruna en el llamado Cuerno de África. La falta de lluvia y la consecuente pérdida de cosechas afecta a Yibuti, Etiopía, Kenia, Uganda y Somalia.

Médicos Sin Fronteras (MSF) describe esta zona como un lugar de refugiados sin refugio. La representante en México de esa organización humanitaria, Liesbeth Aelbrecht, asegura a este reportero que hay más de 100 mil somalíes esperando su entrada.

El gobierno de Kenia afirma que la construcción de más campos de refugiados es insostenible. El de Dadaab se creó hace dos décadas para albergar a quienes huían de la guerra civil en Somalia.

“Hay adultos ahora que nacieron en el campamento. Ya hay tres generaciones que crecieron ahí”, asegura Aelbrecht, para quien la crisis alimentaria no es más que un ecosistema en colapso que no puede sostener a los niños que nacen. “Son niños que están desnutridos desde el útero”.

La médico Pamela Moncada, brigadista de MSF en África, dice a Proceso: “Cualquier niño desnutrido tiene alteraciones en todo el cuerpo: piel acartonada, seca, menor frecuencia cardiaca, un sistema inmune alterado; a nivel neurológico son niños que van a quedar con un daño irreversible”.

“Es la misma historia desde hace 20 años. La de Somalia es una crisis olvidada, que a nadie le interesa. La diferencia ahora fue el anuncio de la sequía, la cual hace que la gente pierda sus cabras, sus...

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