La irrupción de la "hija negra del Amazonas"

AutorAndrés Carvas

RÍO DE JANEIRO.- Marina Silva re chaza las comparaciones con Barack Obama. La candidata presidencial del Partido Socialista Brasileño (PSB) reconoce: Ambos son negros y pueden ser percibidos -al menos inicialmente-como ajenos a la maquinaria tradicional. Pero se opone a que la prensa o la sociedad le construyan una imagen heroica de política con orígenes pobres capaz de desbaratar el sistema.

"La vida de las personas se convierte en un producto y no sé si me gusta eso", explicó a su biógrafa Marília de Camargo César, para justificar sus reticencias a exponer su vida como si se tratara de una película de Hollywood con final feliz.

Pero es difícil no caer en la tentación de mitificarla al repasar su biografía. Originaria de una modesta familia dedicada a la explotación del caucho en el pobre estado de Acre, fronterizo con Bolivia, María Os-marina Marina Silva Vaz de Lima es ejemplo inapelable de superación personal.

Nacida el 8 de febrero de 1958 en un parto atendido por su abuelo materno, su infancia transcurrió en la selva, en un estado de pobreza y escasez de todo cuanto no se conseguía cazando, plantando o esperando que -como el agua- cayera del cielo. Los únicos lujos eran los botes de mantequilla que llegaban de Europa y una radio marca Canadian con la cual su padre -único alfabetizado de los 13 miembros de la familia- seguía las noticias de Voice of America o la BBC de Londres en portugués, administrando con mucho celo las escasas y costosas pilas.

En un medio rural aislado, miserable y sin más perspectivas que la emigración o seguir con la herencia familiar, se trabajaba descalzo, se comía farofa (plato a base de harina de mandioca, muy popular en Brasil) con huevo y frijoles, y se anunciaban los grandes acontecimientos con disparos de escopeta: "Dos disparos significaban que había nacido una niña; tres, un niño. Si alguien moría se disparaban siete tiros. Se disparaban 12 tiros para recibir el Año Nuevo", recordó Silva.

La vida en el cauchal Bagaco, a 70 kilómetros de Río Blanco, la capital estatal, marcó para siempre la vida de la mujer que pugna en las encuestas por ganar las elecciones presidenciales, las cuales casi seguramente se definirán en la segunda vuelta, el 26 de octubre. Su fe cristiana -desde 1997 al amparo de la evangélica Asamblea de Dios, lo cual no es desdeñable en el país con mayor número de católicos del mundo (unos 123 millones)- la heredó de su abuelo, con quien vivió desde los cinco hasta los 14 años.

Su amor...

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