Inventario: el pasado como profecía

AutorJuan Villoro

Nadie colabora en un medio si otro no abre la puerta. El repetido milagro de "Inventario" fue posible gracias a que Scherer García dio la bienvenida a colaboradores de las más diversas procedencias cuando estuvo al frente de Excélsior. El periódico renovó el "periodismo de autor"; a tal grado, que esa tendencia influyó en las zonas menos "intelectuales" del oficio. Ramón Márquez urdió impecables piezas de box y Manuel Seyde demostró que las notas de fútbol podían ser una variante del lirismo o la diatriba, dependiendo del desempeño de los "ratoncitos verdes" de la selección nacional.

La realidad del periodismo no está en los hechos sino en la manera de contarlos. Esta certeza definió la calidad de aquel Excélsior. El afán de trasformar una exclusiva en buena prosa venía de lejos, según recordó Pacheco en su "Inventario" dedicado a José Joaquín Fernández de Lizardi, cuyas colaboraciones en la prensa de principios del siglo XIX fueron "literatura de emergencia". De 1968 a 1976, en el Excélsior, esa emergencia se volvió costumbre. La afrenta de Luis Echeverría a la libertad de expresión fue narrada con pulso maestro por Vicente Leñero en su novela sin ficción Los periodistas, que otorgó valor épico a la sala de redacción donde se fragua el destino que se leerá mañana.

Mientras los colaboradores de la prensa adquirían progresiva importancia, Pacheco se presentaba como un testigo omnipresente que rehuía el primer plano. Firmaba con sus iniciales y dosificaba sus opiniones para realzar las de los otros. Un narrador peculiar, a medio camino entre el cronista y el ensayista, con un temperamento que podría parecer contradictorio: un proselitista discreto. Sin exhibirse a sí mismo, exhibía sus convicciones; se borraba como autor para fortalecerse como narrador.

No quiso recopilar en vida su "Inventario", aunque recibió infinidad de solicitudes al respecto. Hasta la fecha, la mayoría de esos trabajos sólo se encuentran en las remotas salas de las hemerotecas y básicamente dependen de nuestros recuerdos. Durante cuatro décadas hemos practicado la lectura legendaria -mezcla de memoria y fantasía- de una obra mayúscula que escapa a cualquier antecedente en la literatura en lengua española.

Editorial Era prepara una antología en tres tomos del caudaloso "Inventario". He podido consultar las 724 páginas del primero de ellos. Mis reflexiones se basan en ese acceso parcial a la enciclopédica contribución de Pacheco.

En 2003, Marco Antonio Campos reunió en un magnífico volumen, La lumbre inmóvil, las colaboraciones de Pacheco sobre el poeta Ramón López Velarde. Siguiendo ese ejemplo, del oleaje de "Inventario" se podrían extraer libros enteros sobre el modernismo, el Siglo de Oro, el grupo Contemporáneos, los liberales del siglo XIX ("la mejor generación que ha dado este país") o el annus mirabilis de 1922, que produjo las obras maestras de Joyce, Eliot, Vallejo y Rilke.

Sin embargo, Pacheco no quiso ordenar su "Inventario" en libros temáticos. Con todo y sus 724 páginas, el primer tomo, que aparecerá en 2017, brinda una muestra suficientemente selecta para no pecar de reiterativa (las colaboraciones semanales son, en sí mismas, una forma de la obsesión) y suficientemente amplia para reflejar las eclécticas pasiones de quien se ocupó con idéntico esmero del hundimiento delTitanic, la invención de la máquina...

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