Del juego al fuego

AutorColumba Vértiz De La Fuente

MONTERREY, NL.- “¿Por qué?, ¿por qué matan a gente trabajadora e inocente? ¡No es justo! ¡No…!”

Es Julia, quien reconoce el cuerpo de su hija, del mismo nombre. Tenía 24 años. En tanto, varios grupos lloran en la entrada del Servicio Médico Forense (Semefo).

La joven Julia era soltera y trabajaba en el Casino Royale. Su mamá prosigue consternada:

“Aún no la puedo sacar. Esperaremos el resultado de la autopsia. Creo que murió por el humo.”

Casi todo el rostro lo tiene mojado. Ya no puede hablar y su mirada se halla perdida. Su otra hija que la acompaña aún no da crédito.

Según médicos forenses, llegaron 52 cuerpos, de los cuales 42 son mujeres. Han sido identificados 46. Corre la voz de que los demás quedaron totalmente quemados.

La mañana del viernes 26 es nublada, pero la temperatura llega a 24 grados. Nadie está quieto. La oficina de información es un torbellino: gente entrando y saliendo todo el tiempo.

En el Semefo no hay lista de los fallecidos ni de los que han sido identificados. Los presentes reflejan dolor y tristeza. Cerca de 15 personas, instaladas en la entrada de la morgue, buscan familiares y amigos. Se molestan porque no hay quién les informe. La mayoría pretende hallar a mujeres mayores de 60 años a las que gustaba “distraerse en el lugar”.

Sale Luis de donde yacen los cuerpos, con los ojos rojos.

Vio a su primo Jesús, de 30 años, otro trabajador del Royale:

“Está muerto, está muerto… apenas llevaba una semana allí. No encontraba trabajo. Buscaba, buscaba y buscaba, y nada. De repente aquí le dieron chamba. Dejó hijos chicos. ¡No se vale!, ¡no se vale!...”

No habla más ni menciona su nombre completo:

“No quiero que me hagan propaganda. Sólo exijo que el gobierno ya pare todo esto. ¿De qué se trata? Que viene al rato el presidente… ¿a qué? Si sólo viene a hacer acto de presencia para la foto, lo considero como burla. En lugar de que ayude a los familiares de los asesinados y de verdad haga algo por Monterrey… Y nada. Donde sea, te matan sin deberla ni temerla.”

Prefiere no continuar, pero golpea con su puño derecho la pared. Suena su celular y se aleja para contestarlo.

“Calderón sólo es un teatrero”

María ya casi no ve por la inflamación de sus ojos:

“Vine a identificar a mi mamá; ella trabajaba en ese sitio. Ya la identifiqué. Me dicen que no tengo servicio para el panteón, y a muchos les están dando. Mi mamá tenía 58 años. Era muy trabajadora. No puedo creer que esté muerta, no puedo. Le encontraron quemaduras, aún no me dicen cómo falleció. Ya no quiero saber, ¿para qué? Qué triste, qué triste…”

Una mujer humilde de 60 años busca a una amiga de su edad que siempre estaba en el segundo piso:

“No la encuentro. No tengo su celular. Creo que no tiene familia. No hay listas de nada. Ojalá y aparezca. Me dicen que para entrar a la morgue debo traer su acta de nacimiento o una credencial de elector de ella o una foto de ella. No tengo nada de eso. Y debe acompañarme un familiar. Ya me voy porque me siento muy mal, se me baja la presión.”

Le ofrecen comida gratis en una carpa pequeña instalada a unos 10 metros. Y una psicóloga de la Secretaría de Salud de Nuevo León le proporciona sus datos, “por si necesita el servicio”.

También las funerarias aprovechan el momento, dan su publicidad, como Valle de la Paz. Los empleados de Protecto, empresa que asesora “en momentos difíciles” para “soluciones...

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