Julio Scherer y el significado de la dignidad

AutorJorge Sánchez Cordero

Ante las adversidades que habrán de afrontarse, se hace necesario repasar los principios básicos del humanismo, entre los cuales el relativo a la dignidad es uno de los sustantivos. En nuestro entorno, Julio Scherer García es el claro arquetipo de una persona digna. Para don Julio jamás pasó inadvertido que la transgresión de la dignidad humana proviene en gran medida del poder político y de sus excesos. Su defensa, sostenía, debe ser cotidiana. El reclamo de don Julio, fundado en su intuición ética, era por el respeto. La dignidad del fundador de Proceso lo llamó a anteponer la firmeza de sus valores a la intimidación; el discurso inteligente a la estridencia, y la serenidad ante el pendenciero.

Para entender la extensión debe discurrirse necesariamente sobre la dignidad humana. Por razones heurísticas pareciera obligado desarrollar un análisis en ámbitos como el filosófico, el teológico y el jurídico. Nada más lejano a nuestro ánimo. La pretensión de este ensayo es mucho más modesta: dar cuenta de los rasgos más significativos que proporcionen una perspectiva, una más entre otras muchas, de la dimensión de la dignidad humana.

La omnipresencia del concepto domina las narrativas política y jurídica. Su constante invocación en las controversias jurídicas, como en casos de tortura, discriminación y conñictos laborales, así como en atentados contra la privacidad, la libertad de expresión y de pensamiento, no hace más que demostrar su relevancia en esos ámbitos y su enorme versatilidad.

El vigor de este concepto provee un valor humano inconmensurable y conlleva un mandato social muy claro: toda sociedad, tanto en lo individual como en lo colectivo, debe dispensarla a todo ser humano por el solo hecho de serlo. No obstante, debe admitirse que la dignidad humana tiene una acepción proteica, polisémica y ambigua. Por eso, más que intentar precisar su significado, en el que concurren naturalezas muy diversas, deben destacarse sus diferentes funciones y, con ello, convertirla en una noción social operativa.

Una de sus funciones primarias es su valor fundacional en lo que atañe a los derechos humanos y las libertades fundamentales, el cual comprende tres principios esenciales: la libertad, la igualdad y la solidaridad. Los dos instrumentos complementarios de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de diciembre de 1948 son, sin duda, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, ambos de diciembre de 1966. Pero fue la Asamblea General de la ONU la que, en 1986, resolvió que ambos pactos encuentran su legitimidad en la dignidad inherente a todo ser humano (GA Res. 417/120).

Las funciones

En diciembre de 2010, en la ciudad de Túnez, Mohamed Bouazi-zi, vendedor...

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