De Lorena Salazar Machain

Señor director:

En dicho artículo se afirman diversas situaciones relacionadas con la Sociedad General de Escritores de México (Sogem) y particularmente con quien ésta suscribe, presidenta del Consejo Directivo, Lorena Salazar Machain, que son inexactas, por lo que es necesario aclarar para no confundir a la opinión pública.

La Sogem es una sociedad de gestión colectiva, constituida con fundamento en la Ley Federal del Derecho de Autor, que tiene por objeto la defensa y protección de los derechos de los escritores en nuestro país, particularmente de aquellos que se dedican a escribir argumentos o guiones para cine, televisión y radio, obras de teatro y en general obras literarias.

La Sogem siempre ha defendido, por ser inherentes a la condición misma de los escritores que protege, los derechos fundamentales, como el de la libertad de expresión, la libre manifestación de las ideas y la libertad de asociación, entre otros.

En nuestra lucha diaria por la defensa de los derechos de los escritores podemos tener muchas coincidencias con otras sociedades similares, pero también podemos tener diferencias sustanciales, lo que implica que la decisión de unirse o no a otra agrupación no debe tomarse a la ligera, bajo argumentaciones trilladas o demagógicas como "la política de solidaridad y apoyo mutuo... es necesaria" o "los intereses de los autores están en un solo lado".

La Sogem se ha manifestado reiteradamente en contra de que los autores firmen los llamados contratos de obra por encargo que, si bien están permitidos conforme a la Ley Federal del Derecho de Autor, que más bien debiera llamarse Ley Federal del Derecho del Productor, es a éste a quien principalmente favorecen sus normas, pues los productores, principalmente de cine, teatro y televisión, se quedan con todos los derechos de las obras literarias a cambio de una mínima contraprestación.

Las obras literarias de nuestros escritores se pueden explotar en muy diversas formas y en reiteradas ocasiones.

Cuando el escritor es obligado a firmar contratos de obra por encargo, únicamente recibe el pago de una sola utilización y el productor se convierte en el dueño de la obra; es él quien realmente se beneficia de la explotación de la misma y no sólo del audiovisual producido. Esta situación es aún más grave si consideramos que la mayoría de las películas que se realizan en nuestro país se hacen con fondos públicos y con beneficios fiscales, en donde los productores no invierten, sino que...

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