El medio de en medio

AutorFabrizio Mejía Madrid

El lugar que ocupa la revista no es sólo el del prestigio de don Julio Scherer García -aunque le debe mucho- que pocos periodistas ostentan: sobrevivir al despido y a la censura. Mucho tiempo después, sólo Carmen Ariste-gui podrá recoger los frutos simbólicos de sufrir la injusticia y nunca sucumbir. Este imaginario del periodista que encarna la dignidad -la fortaleza ante al abuso- si bien se traspasa a la esfera de la revista, convive con otro: el de la verdad silenciada. El México de Proceso será el otro que contrasta con los discursos oficiales, las autocelebraciones, las estatuas del régimen del Partido Único.

Cada semana -dicen sus críticos- el país se derrumba para este grupo de periodistas: transas con el erario, masacres, desapariciones, exhibiciones impúdicas de intereses y prácticas indecibles de nuestros hombres y mujeres públicos. A esto se le agrega desde el inicio el cartón político -ese golpe de vista de la fetidez ambiental-, con Rius, con Naranjo, Efrén y, más tarde, Hernández, Helguera y Rocha. Y aún con Boogie, El Aceitoso, de Fontanarrosa que es lo único que de chico leo cuando aparece la revista en mi casa. La revista se guarda, se colecciona, como en atención a su carácter único: la documentación escrupulosa del horror nacional. No es sólo que la forma del dominio del Partido sea la decadencia perpetua -de instituciones, pero también de la moral de sus representantes-, sino que ahí, entre las páginas de la revista, residen los datos, los nombres, las fechas. En un país en el que los medios elogian en abstracto a los poderosos e insultan a la oposición sin pruebas más allá de la retórica del chayóte, Proceso guarda las claves, los seguimientos de casos, las fotografías. Por eso se almacena en las casas, al lado de los libros: es la comprobación de que la indignación tiene razones, que no depende de la amargura individual o de la predisposición a ser "negativo". ¿Muestra Proceso un país perpetuamente al borde del abismo? El lugar social en el que se ubica la revista -a diferencia del resto de los medios que sólo son voceros del oficialismo- es entre la sociedad civil y los gobernantes. Proceso inaugura un tipo de "esfera pública" mexicana cuyos estándares son políticos y culturales: la denuncia y decencia. A lo largo de las décadas, Proceso consolida el poder cultural de los signos compartidos que, paradójicamente, confirman la autonomía de cada lector. Lo hace porque lo que pone en juego no es su poder sino su razón.

...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR