De sus memorias

Mientras tenía lugar la celebración, inesperadamente, sin que hubiese antecedente alguno, llegó un giro telegráfico por quince mil pesos, enviado por la Cinematográfica Latina, S.A., de México, con la observación al pie de que era en pago de los derechos cinematográficos de mi novela La canoa perdida. Fue una desconcertante y agradable sorpresa.

De acuerdo con las tarifas impuestas por el Sindicato de Autores y Adaptadores el pago mínimo por un argumento era entonces de doce mil quinientos pesos, aunque muchas de esas transacciones se concertaban en menor cantidad por acuerdo de ambas partes. No creí prudente objetar el precio, y escribí aceptándolo.

Todavía no me trasladaba a México para ultimar esos arreglos cuando se presentaron en mi casa de Guadalajara el fotógrafo Manuelito Álvarez Bravo y un cineasta canadiense de apellido Fitzgerald y que pretendía dirigir filmes en México, los cuales venían en representación del Sindicato de Técnicos y Manuales, que entonces capitaneaba Rodríguez Granada y que en vista del éxito de El rebozo de Soledad pretendía meterse de lleno en la producción de películas. Traían el propósito de contratar los derechos de La canoa perdida y de El callado dolor de los tzotziles. Entendí el porqué del giro telegráfico del Lic. Adolfo Lagos, que quiso adelantárseles. Les hice ver que en cuanto a la primera ya no me era posible contratarla; pero sí podía hacerlo con la última, por lo que les pedí, en vista de la demanda, veinticinco mil pesos. Les pareció ese precio un poco alto, pero al fin aceptaron en principio dejándome un anticipo de cinco mil pesos para amarrar una opción y prometiéndome dar el resto cuando tuvieran adaptada la novela.

Comprendí que mis novelas empezaban a sonar mucho en esos medios de la capital, y me trasladé a ésta poniéndome en contacto con don Adolfo Lagos, dirigente de la Cinematográfica Latina, S.A., que entonces estaba rodando en los Estudios Churubusco Donde el círculo termina, película con Sarita Montiel y Raúl Ramírez (que por mala no llegó a exhibirse) y se proponía filmar enseguida una versión del cuento Talpa de Rulfo, cuyos derechos le había cedido muy baratos un realizador que los adquirió primero en una picotada y no se había atrevido afilmarla, antes de enfrentarse con La canoa perdida. E hice muy buena amistad con este licenciado. Mientras, en Técnicos y Manuales trabajaban en la adaptación de Los tzotziles el propio Rodríguez Granada, su secretaria, el canadiense que la iba a dirigir, Manuelito Álvarez Bravo, Josefina Vicens y algún otro en un "a la limón" que no funcionaba porque cada cual tenía un punto de vista diferente sobre la novela.

En el departamento de Cinematografía dependiente...

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