Una metáfora que atañe a todos

AutorMaría Scherer Ibarra y Nacho Lozano

Luis Estrada Rodríguez es director, guionista, escritor y pro ductor de cine. Le dicen El Perrito porque es hijo del famo so director José El Perro Estrada. Sus filmes más exitosos –La ley de Herodes, El infierno y La dictadura perfecta– comparten como columna vertebral la crítica feroz al sistema político mexicano. Además han sido censurados por los gobiernos en turno, y Damián Alcázar ha sido el protagonista de todos ellos (y del resto de sus películas).

La ley de Herodes es una comedia sobre la corrupción. Un mundo maravilloso es el retrato del gobierno de Vicente Fox. El infierno describe el narcotráfico en México. Y La dictadura perfecta desnuda la relación entre el gobierno y los medios de comunicación.

Cuando lo entrevistamos, en los estudios Churubusco, es taba por estrenarse la última.

–¿Has escuchado la frase “todos llevamos un pequeño priista dentro”?

–No sólo la he escuchado, la he vivido y padecido desde que nací en este país. Seguro la escuché por primera vez de mi padre, que siempre fue muy crítico y muy combativo del sistema. No sé si en algún momento dado yo fui el que de pronto hizo alguna reflexión sobre la forma en la que nos comportamos, sobre la forma en la que nos conducimos en nuestras relaciones profesionales, personales, familiares. Hay siempre este resabio de haber sido producto de un momento y un tiempo histórico en donde creo que la influencia del priato, o del PRI, no era nada más en términos políticos, sino en términos culturales, sociales, económicos, y casi me atreve ría a decir que también familiares. Sí había una presencia idiosincrásica y cultural de haber sido parte de un sistema porque, quieras o no, si vives en un país en el que la influencia del PRI está en todos los ámbitos, es muy difícil abstraerse de ello.

–¿Incluso en el cine?

–Por supuesto, pero como parte de la cultura del país. Yo creo que si algo ha sido relevante de mis películas, buenas o malas, fue haber roto muchos tabúes que estaban como parte de un código muy priista sobre qué se puede decir y qué no, con qué instituciones no te debes meter y, por supuesto, con qué personajes no te debes meter. Mis últimas cuatro películas han sido como una prueba de que esa cultura priista también se puede, de alguna forma, combatir. A lo largo del priato, los mecanismos de control en términos de la cultura, pero muy en particular sobre el cine, eran propios realmente de una dictadura. Durante muchísimos años en México para poder filmar una película tenías que someterla a la Secretaría de Gobernación, y como un proceso normal al que todo mundo accedía, tú presentabas tu guión y la Segob te decía qué podías, qué tenías que cambiar de tu película si la querías hacer… Hay historias del siglo XX, que además yo conocí muy bien, de muchas películas que no se exhibieron, una de las más famosas fue La sombra del caudillo. Decidieron que eran películas subversivas o demasiado fuertes por los temas que trataban, y no se exhibieron durante mucho tiempo.

–Eso le pasó a La ley de Herodes...

–La ley de Herodes, en 1999, fue en muchos sentidos una película muy visionaria porque se adelantó a algo que estaba ya como una sensación colectiva de un enorme malestar, de un hartazgo, justamente sobre esa cultura priista. Es decir, es como el huevo y la gallina, no sé qué fue primero. Pero...

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