Un México más feliz sin "Proceso"

AutorSabina Berman
  1. Por miles de ranuras bajo las puertas se desliza el sobre de plástico negro los sábados por la tarde. Ha llegado Proceso a casa de sus sus-criptores, para oscurecerles la vida una hora o dos mientras leen la revista en un rincón, desde el que escapan quejidos y expresiones peores.

    Los domingos la revista amanece en todos los quioscos de periódicos de las plazas, las avenidas y los cruceros del país, donde la gente que la compra sabe que compra alimento para el espanto y para el enojo.

    Nada de qué extrañarse. Proceso se fundó para eso, para quitarnos a los mexicanos el optimismo vaporoso y despreocupado, y revelarnos lo que los gobiernos quisieran que no conociéramos.

    "El periodismo consiste en publicar lo que el poder no quiere que publiques. Lo demás son relaciones públicas". La sentencia es de George Orwell. Otra frase del mismo escritor británico: "Si publicas algo y nadie se ofende, no tenía por qué haberse publicado".

    Una forma de ver el periodismo como delación, que es sin duda exagerada. El periodismo también debe difundir las empresas humanas luminosas. El arte, la ciencia, los deportes, las organizaciones civiles para la solidaridad, los negocios exitosos.

    Pero lo que hace de Proceso un medio tan relevante en nuestro país, es la valentía con que revela el envés oscuro de los actos del poder, y cuando hace esto en solitario, sin que otros medios lo acompañen al revelar una historia, ya sea porque no la tienen o porque la tienen y prefieren no ofender a Alguien poderoso, es cuando Proceso se vuelve imprescindible.

  2. Desde que yo contribuyo en Proceso he visto cómo su director, Rafael Rodríguez Castañeda, ha elegido para el centro de la revista precisamente el tema que más esconde el gobierno en turno: la faz que lo define en negativo, el pie del que cojea, su Talón de Aquiles, el daño que le cobrará la Historia.

    En el sexenio de Fox ese tema fue la improvisación de los funcionarios del nuevo gobierno democrático. Eso al tiempo que Fox aconsejaba a la gente en la calle que no leyera el periódico "para ser más feliz" y cambiaba periódicamente de secretario particular, porque en cuanto el nuevo secretario le tomaba confianza, le informaba al presidente de "cosas negativas", de cosas que hacían infeliz al presidente.

    Bendita la frivolidad de los foxistas, ahora la añoramos. En el sexenio siguiente el tema de la discordia fue mucho más grave: la guerra contra el narco, que desplegó al Ejército por el territorio nacional y, contra lo previsto, escaló la violencia y el número de muertes, empapando al país en sangre y dolor, y multiplicando las viudas y los huérfanos.

    La guerra mereció una sección fija en Proceso, cuyo nombre irritaba en especial al presidente de aquel sexenio: La Guerra de Calderón. (No la Guerra Heroica, no la Guerra contra el Crimen: la Guerra personal del presidente Calderón: él la había decidido y él la proseguía por decisión propia.)

    No es casual que haya sido en Proceso donde apareció por primera vez un editorial crítico sobre la guerra: La guerra contra el mal, que hacía notar que el presidente era un comandante en jefe del Ejército que carecía de mapas o de brújula o de una estrategia de salida de la conñagración.

    No era una adivinación. El editorial surgió de una entrevista que le realicé al entonces secretario de Gobernación, donde con un...

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