Un "miedo" creíble

AutorPatricia Dávila

Vivíamos en Ciudad Juárez, ' Chihuahua. Esa Navidad fuimos a pasarla con la familia de mi mamá -Nit-za Paola Alvarado Espino-za-, al ejido Benito Juárez, municipio de Buenaventura. Era el 29 de diciembre de 2009. Oscurecía cuando llegó la madre de José Ángel Alvarado Herrera y nos avisa que el Ejército se lo acababa de llevar junto con mi mamá y mi prima, Rocío Alvarado Reyes."

Se aterraron: "Uno de mis tíos subió a su camioneta para perseguir al convoy; mis hermanas y yo nos fuimos con él; en otra, los papás de Rocío hicieron lo mismo. Nos dividimos. Seguimos las rodadas pero se nos perdieron entre las brechas. Nos ganó la noche".

Nitza Alvarado Espinoza -ahora de 18 años- es quien narra a Proceso vía telefónica la desaparición de su madre ocurrida ese día cuando ella y Mitzi, su gemela, tenían 14 años. Deisy, la más pequeña, cumplía 11.

Ellas huyeron a Estados Unidos en busca de asilo político. Tienen un año de vivir en El Paso, Texas. El suyo es el primer caso en que este gobierno concede asilo político por "miedo creíble" a menores "abandonadas" o "no acompañadas". Determinaron que sufrían persecución del Estado mexicano como producto de la violencia de la guerra contra el narcotráfico.

La joven Alvarado Espinoza sigue narrando: "Los soldados iban en camionetas particulares y en algunas del Ejército. Estábamos pequeñas, éramos conscientes de que se habían llevado a mi mamá, sólo que no sabíamos qué tan grave era. Los militares llevaban tiempo viviendo en el ejido y levantaban personas inocentes, que muchas veces regresaban".

Tenían mucho miedo: "A la semana de que sucedió lo de mi mamá, junto con mi abuelita, mis hermanas y yo nos fuimos a Cuernavaca. Una hermana de mi abuela nos albergó durante un año. En Cuerna-vaca estudiamos segundo de secundaria y mi hermana sexto de primaria. Perdimos el contacto con el resto de la familia".

Las afectó mucho emocional, social y económicamente: "Nos alejamos de todo. No teníamos comunicación con nadie. Fue un año muy doloroso. Mi mamá era nuestro sostén en todos los sentidos porque nosotras no conocimos a nuestro papá. Por un lado, no sabíamos nada de mi mamá y, por el otro, abandonamos todo".

María de Jesús, tía de las jóvenes, se fue a vivir a Sonora junto con su esposo y sus dos hijos, pero no dejaba de buscar a su hermana desaparecida. A veces viajaba a México. En una ocasión las niñas la alcanzaron ahí. Platicaron como 30 minutos.

En medio del dolor entendieron la ausencia de su madre. "Pensábamos que en algún momento los soldados los regresarían. A mi tía María de Jesús le preguntábamos por mi mamá. '¿En dónde está? Sales a buscarla pero no regresas con ella', le decíamos. Un día nos contestó: 'No es tan fácil, no la encuentro'. Poco a poco comprendimos la situación: El Ejército la había desaparecido", dice Nitza.

Se sentían muy solas y al año de vivir en Cuernavaca la abuelita decidió que era mejor radicar en Sonora, con su hija María de Jesús, quien seguía buscando a...

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