Los mitos de la crisis

El 14 de octubre de 1962 un avión U-2 de reconocimiento que volaba sobre Cuba, espiando desde la estratosfera lo que ocurría en la isla, tomó fotos de una base de cohetes nucleares en fase de construcción cerca de San Cristóbal, en la provincia de Pinar del Río, al occidente de La Habana. Una semana después el presidente John F. Kennedy denunciaría, en una dramática comparecencia televisiva, que la Unión Soviética estaba instalando cohetes estratégicos en la mayor de las Antillas, a sólo 90 millas de territorio estadunidense. Se iniciaba así lo que muchos consideran el acontecimiento más grave de la Guerra Fría, conocido desde entonces como la Crisis de los Misiles.

Ristras de libros, artículos, tesis doctorales, filmes documentales y de ficción se han dedicado a examinar ese momento, cuando ambas superpotencias estuvieron más cerca que nunca de "apretar el gatillo nuclear", como se decía entonces. Esta metáfora correspondía con la imagen de dos cowboys enfrentados por la supremacía del mundo: de una parte un Kennedy resuelto, plantado en la calle principal del pueblo con las manos sobre las cachas de sus pistolas, y de otra, un villano Nikita Kruschev, que al final no tendría más opción que retirarse con el rabo entre las piernas.

Esta visión más bien peliculera de la crisis, predominante durante décadas y que todavía hoy circula en muchas partes, no sólo extraía la lección de que la intransigencia de un presidente macho había salvado al mundo libre, sino que la toma de decisiones durante los míticos 13 días que aquella había durado era un ejemplo de manual acerca de cómo el aplomo, la lucidez y el apego al funcionamiento reglamentado de las instituciones a cargo de la seguridad nacional había permitido conducir la crisis a buen término.

Aprovechando el clima de distensión de los años postreros de la Unión Soviética, a finales de los ochenta un grupo de académicos estadunidenses convenció a los veteranos de ambos gobiernos para sentarse a revisar de manera ecuánime y documentada, con el beneficio del tiempo transcurrido, lo que había pasado realmente en los días de la crisis. Después de las dos primeras conferencias, celebradas en Estados Unidos, y de conseguir la desclasificación de varios miles de documentos de ambos lados, el grupo de trabajo acordó planear la siguiente en Moscú. Por iniciativa de algunos de los participantes y la anuencia de los anfitriones rusos, se invitó por primera vez a los cubanos.

Por razones de espacio no me puedo detener aquí en los detalles de aquella conferencia tripartita de Moscú, en el invierno de 1990, ni en los pasos posteriores, que culminaron en la conferencia de La Habana en 1992, apenas un año después del desmantelamiento de la URSS. Gracias a aquellas reuniones la historia escrita sobre la crisis dio un salto espectacular y se desvaneció...

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