La música y el buen comer (II)

AutorSamuel Máynez Champion

No obstante, es necesario que hagamos un retroceso dentro de la Edad Media para mencionar a Carlomagno, puesto que a él se atribuye un notable avance gastronómico tras el oscurantismo impuesto por los bárbaros. En su Corte se estipulan para siempre las siguientes normas: lavarse las manos antes de comer, adornar las mesas con flores y, lo más relevante es que, tras siglos de separación, se fomenta la convivencia entre varones y damas. Con ello se consolida la poesía caballeresca y nacen los cantares de gesta. Como dato curioso, la leyenda refiere que también en sus menús se adopta, por vez primera, el consumo de quesos con moho. Es de señalar, igualmente, que en las comidas ca-rolingias no se acostumbraba aún el servicio en platos individuales. Lo que había hasta entonces, diseminado en todas las Cortes europeas, era un gran perol, generalmente con carnes asadas o hervidas, en el que cada comensal metía la mano para extraer su trozo, o bien la punta de un trinche o de un cuchillo para asirlo.

Debemos aclarar que para limpiarse manos y brazos se recurría al mantel, al pelaje de un perro o, en el colmo del refinamiento, a la mata ensortijada de un esclavo negro al que situaban arrodillado por debajo de la mesa, en cantidad de uno por cada comensal (se presume que el empleo de la servilleta individual es una aportación de Leonardo da Vinci y que la invención del tenedor acaece en el palacio de una princesa veneciana en el siglo XV). Con respecto a la bebida, rara vez bastaban los contenedores para cada invitado, bebiéndose por turnos. Aquello que circulaba de boca en boca eran cálices de bronce, o vasos de cuerno engarzados con metales nobles y piedras preciosas.

Tocante a la música que se escucha en los castillos feudales, corre ella por cuenta de troveros (activos inicialmente en el norte de Francia), trovadores (afincados en el sur francés) y juglares (instrumentistas y cantantes que pertenecen al séquito del Señor que los alimenta). Son estos músicos, casi siempre errantes, quienes encarnan el prototipo del cantautor del futuro. Con pocas excepciones, en su repertorio sobresalen los cantos a la mujer anhelada, colándose a menudo textos de carácter político, lamentos por la muerte de algún personaje prominente y una gran selección de cantares de gesta.

Nos falta anotar que es en los banquetes medievales donde se articula la inmisión de platillos en tres tiempos reglamentarios, mismos que deben corresponder a la ejecución paralela de...

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