El negocio del muro

AutorAndy Robinson

Conduciendo por el desierto desde el estado mexicano de Sonora en dirección a Tucson, se extendía, a lo largo de la carretera, el paisaje desapacible del nuevo complejo industrial de seguridad fronteriza. Los cactus y árboles de Joshua, punzantes izotes del desierto, constituían la única vida visible en un horizonte en el que sólo destacaba el muro militarizado que serpenteaba hacia el este. Extraños peñones de roca anaranjados exhibían un aspecto daliniano en alguno de los tramos de la carretera. Sólo un paranoico, bajo los efectos de alguna diabólica droga psicotrópica, podía llegar a imaginarse que algunas de esas plantas y rocas desérticas fueran, en realidad, cámaras de videovigilancia.

Pero, como pronto descubriría en Phoenix, aquel irónico lema que había aprendido en Silicon Valley, Orúy the paranoia survi-ve, aquí en las zonas fronterizas iba muy en serio.

Un control de carretera con una decena de guardias armados de la patrulla fronteriza detuvo momentáneamente el coche a 15 kilómetros de Nogales. "Es habitual; a ti te dejarán ir en seguida pero a otros los mantienen retenidos durante horas; depende del color de tu piel", me había advertido Michael Dear, geógrafo de Berkeley que había recorrido cada kilómetro de la frontera militarizada para escribir un libro sobre ella.

Pero no se trataba únicamente de la frontera. La vigilancia ya era interior. Miles de mexicanos indocumentados habían sido detenidos a cientos de kilómetros de la frontera, encarcelados y posteriormente deportados. "Es un estado policial", añadió Michael. ¿Un estado policial en la Tierra de los Hombre Libres, la lana ofbrave andfree, tal y como había cantado Beyoncé con sus gorgoritos unos meses antes en la segunda inauguración de Ba-rack Obama? Me había hecho la pregunta mientras Michael y yo charlábamos en el soleado campus de Berkeley al son de las campanitas de la capilla universitaria.

Ahora, camino de Nogales a Phoenix, sentía la espantosa verdad de su advertencia. En lo que llevábamos de siglo, la Bor-der Patrol -el cuerpo de seguridad fronteriza- había incrementado sus efectivos de forma exponencial. Desde 12 mil agentes en 2007 a 21 mil en 2014. Y todo indicaba que pronto llegarían a los 23 mil 775, la cifra que se citaba en el proyecto de ley sobre seguridad fronteriza presentada por los republicanos en el Congreso a principios de 2015.

Los autores de la ley, liderados por el multimillonario de Dallas Michael McCaul, congresista predilecto del generoso lobby de la industria de la seguridad, pretendían emplazar a guardias de la Border Patrol cada mil 500 metros a lo largo de una frontera que media casi 3 mil kilómetros. Era la libra de carne que exigirían los republicanos a cambio de no sabotear la reforma migratoria...

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