UNA NIÑA BIEN... MALA / 'Desabróchese el cinturón

Aprovechando que es temporada baja decidí que era tiempo de darme unas vacaciones y hace un par de días preparé una maleta ligera y me lancé a vagar en busca de nuevas aventuras más allá de las fronteras de mi querida Ciudad de México y, sin haberlo planeado mucho, en uno de mis traslados aéreos tuve uno de los mejores encerrones de mi vida.

Aunque no lo crean, durante los últimos días había estado muy bien portadita y ya se imaginarán la ansiedad que traía y las ganas de un orgasmo de esos que siempre recuerdas. Mi compañero de vuelo era un hombre maduro sumamente interesante y de muy buen ver, así que rápidamente entablamos una buena conversación y la química entre ambos se dio de inmediato, aunque, para serles sincera, estaba segura de que sería prácticamente imposible que se pudiera dar algo en tan pocas horas de vuelo y menos en un espacio tan reducido y lleno de gente.

Continué muy relajada el vuelo y tomé uno de mis libros para distraerme un poco de aquel bombón que no dejaba de atraer mi atención.

Yo estaba muerta de cansancio pues los últimos días no había podido dormir nada por estar preparando mi viaje y cuando menos imaginé ya estaba dormida en el hombro de aquel amable señor que, sin querer molestarme, soportó mi cara reclinada en él la mitad de aquel vuelo que nunca olvidaré.

-Perdón que te moleste, pero tengo que pasar al baño.

-Ups, perdón, qué pena, me quedé totalmente perdida sobre ti.

El caballero me miró con sus dulces ojos y me hizo una mueca traviesa que abrió mis sentidos.

Me levanté para dejarlo pasar mientras en mi cabeza daba vueltas la idea de seguirlo para interceptarlo en el camino y robarle un par de besos a fin de sondear la situación pero, justo cuando me estaba decidiendo a ir, él ya estaba pidiéndome permiso otra vez para regresar a su lugar.

Me decepcioné al verlo tan pronto de regreso y me hice a un lado para dejarlo pasar, pero aquel hombre atento me sorprendió tomándome de la cintura y pegando mi cadera a la suya mientras encontraba la forma de regresar a su asiento.

Mis ojos se abrieron con intensidad al sentirlo tan duro y dispuesto a todo enfrente de mí, así que le planté un beso fugaz para continuar dentro de aquel contexto de arranques fortuitos en el que el vaivén de las turbulencias nos permitía jugar.

Una vuelta más y un pequeño jalón de mi parte hicieron que ambos cayéramos sobre los pequeños asientos de ese avión y fue ahí donde su inquieta mano aprovechó para introducirse en mi vestido que...

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