Páginas autobiográficas inéditas

A comienzos de la década de 1940, por los mismos años en que Pablo Neruda se desempeña como Cónsul General de Chile en México, un niño mexicano de once años de edad, Carlos Fuentes, llega a Chile por motivos relacionados también con la diplomacia: su padre, Rafael Fuentes Boettiger, ha sido nombrado ministro de la Embajada de México en Chile, a cuya cabeza se encuentra Octavio Reyes Spín-dola Prieto, un diplomático con amplia experiencia en América Latina.

El niño ha vivido en un mundo anglo-parlante, porque la anterior asignación de su padre ha sido la Embajada de México en Washington. Ha realizado allí su educación primaria en la Henry Cooke Public School. Su español tiene, sin embargo, un marcado acento mexicano, porque su madre, Berta Macías, cuidó mientras vivieron en Estados Unidos que en su casa se hablara siempre en español.

En Chile es presidente de la república Pedro Aguirre Cerda, "un jefe de Estado de inmensa probidad y decisión reformista, comparables a las de Franklin Roosevelt en los E.E.U.U. y Lázaro Cárdenas en México.", escribirá Fuentes muchos años después.(1)

Fuentes prosigue una educación bilingüe, pero esta vez el inglés es la lengua minoritaria; en Chile encuentra la oportunidad de vivir el español a pleno pulmón y al hacerlo se acerca a su destino literario. Como él mismo lo ha contado, empieza a leer a Gabriela Mistral y a Pablo Neruda. Sus primeros profesores de literatura son Julio Duran Cerda y el español republicano Alejandro Tarrago. Publica algunos escritos en el Boletín del Instituto Nacional de Chile, fundado por Victorino Lastarria.(2)

Nadie mejor que Fuentes para definir lo que esos cuatro años de su vida significan: "Mis amigos, mis estudios, mi pasión inseparable por la vida pública y la vida literaria se confirmaron para siempre en Chile. Desde entonces, he seguido con pasión, jubilosa a veces, otras dolorosa, los acontecimientos de esa segunda patria mía, raíz de mi palabra y de mi conciencia."(3)

Chile, raíz de mi palabra

A raíz de la carrera diplomática de mi padre, viajé a Chile e ingresé de lleno en el universo de la lengua española, y de la política de América Latina y sus adversidades. El presidente Roosevelt había resistido enormes presiones de quienes querían castigar a México -e incluso invadirlo- por recuperar su riqueza. Y tampoco había buscado desestabilizar a los radicales, comunistas y socialistas chilenos que habían sido elegidos de manera democrática para gobernar Chile bajo las banderas del Frente Popular. A comienzos de los años cuarenta, el vigor de la vida política de Chile era contagioso: sindicatos...

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