País de injusticias

La última década mexicana se ha significado por tragedias sociales cuyos denominadores comunes han sido la corrupción, la indolencia, la complicidad y la denegación de justicia. La ira de México. Siete uoces contra la impunidad, de editorial Debate, compendia el trabajo de siete narradores que -provistos de afinadas técnicas narrativas, periodísticas e investigativas-, descendieron a los sórdidos sótanos de esos fenómenos para dar a conocer una realidad que gobiernos de todos los niveles se han empeñado en ocultar o eludir. El recorrido por los cada vez más extensos senderos del desgobierno, la violencia y la impunidad comienza con "Anamorfosis de la víctima", de Sergio González Rodríguez, "En las mazmorras del gobierno de México", de Anabel Hernández, y "Reportear desde el país de las fosas", de Marcela Turati -ambas reporteras, colaboradoras de Proceso-; continúa con "Confesiones desde la selva mexicana", de Lydia Cacho, "El sueño de Jesús Fragoso, de Emiliano Ruiz Parra, y "La guerra me hizo feminista", de Turati, "México: regreso al abismo, de González Rodríguez, y termina con "Niños de la calle", de Juan Villoro.

De 296 páginas, el volumen cierra con dos apéndices: uno en torno al "Registro de 94 periodistas, locutores y fotógrafos asesinados en México desde 2000", y otro sobre la organización no gubernamental Artículo 19. En el Prólogo, Elena Poniatowska anota:

Antes los automovilistas, en su camino a Acapulco, solían detenerse en Chilpancingo a cargar gasolina o reparar alguna llanta ponchada. Hoy Chilpancingo es una ciudad clave que denuncia los atropellos gubernamentales en la voz autorizada de un luchador social de noventa y ocho años, el médico Pablo Sandoval Cruz. A unos cuantos kilómetros de la autopista del Sol se encuentra la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, de la que desaparecieron 43 jóvenes que deseaban convertirse en maestros normalistas.

Desde el 26 de septiembre de 2014, los padres que viajaron a Estados Unidos y a Europa denuncian este crimen de lesa humanidad. Años antes, el maestro Lucio Cabanas, al ver que las autoridades jamás respondían a la necesidad de los jóvenes, escogió el fusil y se remontó a la sierra con unos cuantos campesinos de Guerrero que decidieron jugarse la vida. Lo mismo sucedió con Genaro Vásquez Rojas, maestro de la misma Normal Raúl Isidro Burgos, asesinado el 2 de febrero de 1972. Esta escuela, considerada un nido de guerrilleros, siempre fue satanizada por el gobierno dentro del estado de violencia y narcotráfico que es Guerrero. Gobernadores deshonestos —desde Caballero Aburto hasta Ángel Aguirre— lo llevaron a la catástrofe. Por su culpa, Guerrero es un estado tomado por el...

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