La palabra viva de Neruda

AutorRaquel Tibol

Para el entendimiento del presente y el anhelo del futuro, América sigue necesitando la palabra de Pablo Neruda. No sólo su verso transparente, bruñido y sin adorno vano, despojado. También sus opiniones, sus coloquios, sus crónicas. Recorro reportajes, memorias y otras páginas y logro componer un diálogo, sin alterar frases que pudieran tergiversar su ideología. El diálogo está compuesto con palabras verdaderas.

–Pablo Neruda, ¿se puede creer en la solidaridad?

–La solidaridad entre los hombres la aprendí sólo de golpe: en el hecho heroico, en la vida heroica, en la resistencia, en la victoria y en la derrota de un pueblo. El pueblo puede ser una nación sometida a la que hay que mostrarle los instrumentos del dominio. Apenas se agita el sedimento de la angustia en el pueblo, se producen milagros de movilización. En los viejos tiempos de persecución y terror, Recabarren hablaba a los obreros en la línea férrea. No es fácil saber el punto exacto en que se originan los movimientos obreros. Bajo ellos hay una intensa fermentación de angustia, una levadura desesperada que va levantando su volumen, un arrastre de humillaciones y dolores y miserias que un día llevan a un hombre y luego a mil a decir: “Hasta aquí, no más, ya no podemos más”. Una mirada a la multitud basta para ver el drama. El esqueleto moral del movimiento: unidad, solidaridad, sobriedad. Recuerdo un libro de la escritora polaca Pelagia Lewinska, que nos cuenta cómo en el campo de muerte de Oswiecim los alemanes usaban no sólo el gas, la horca y el fusilamiento. Usaban también las peleas intestinas, la querella por las más ínfimas cosas de la vida de los condenados, para rebajar, machacar y aniquilar su moral. Y, precisamente, Pelagia Lewinska nos cuenta en este libro terrible que cuando los condenados se enteraron de esta arma inicua, descubrieron que el conservar la fraternidad y la solidaridad y la decencia, el no entregarse a la desesperación, era también un arma poderosa contra el enemigo. Maravillosa prueba la de la fraternidad y la solidaridad en la desgracia. Y si de algo debemos sentirnos orgullosos los chilenos es de la magnitud y grandeza de nuestros compatriotas, que en una lucha de aniquilación física defienden con insobornable valentía el único tesoro: los fueros humanos, la dignidad del hombre.

–Don Pablo, hace muchos años estuvo usted en la pampa salitrera con Radomiro Tomic.

–Fue en tiempos de la huelga de Humberstone y Mapocho. Una noche bajábamos a Iquique con Radomiro Tomic desde Humberstone. Habíamos ido a llevar a algunos dirigentes sindicales los puntos de arreglo final del conflicto. Los puntos sobre los...

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