A quién le pertenece el pasado...

AutorJorge Sánchez Cordero

De acuerdo con el informe global 1999 de las Naciones Unidas, se estima que los ingresos por tráfico ilícito de bienes culturales a escala internacional totalizan alrededor de 7.8 billones de dólares (en la terminología estadunidense), terceros en importancia después de los correspondientes a narcotráfico (160 billones de dólares) y venta de armas (100 billones de dólares). Estas cifras coinciden con las proporcionadas por el Federal Bureau of Inuestigation; según el FBI, el tráfico ilegal de bienes culturales, que incluye antigüedades y obras de arte, asciende actualmente a cerca de 6 billones de dólares, mientras que en el Reino Unido -con base en datos de Scot-land Yard- llega a 3 billones de libras esterlinas.

Para el sistema de aduanas de Estados Unidos, el referido tráfico en este país únicamente es superado por el de narcóticos. La conclusión provoca grandes zozobras: sólo 5% de los bienes culturales robados o ilícitamente exportados se restituyen a los países de origen, prueba irrefutable de la existencia de un mercado negro muy bien estructurado y que responde a un fuerte aliciente: alto rendimiento y bajo riesgo penal.

Dentro de este esquema, los bienes culturales robados traspasan fronteras y con vértigo van de un comerciante de arte a otro, en una cadena tan intrincada que resulta muy difícil de identificar y a la que en el ámbito criminalístico se le denomina cordata. Durante su trayecto el bien cultural adquiere una historia ficticia en cuanto a su origen, la cual es proveída por algún comerciante con conocimientos de historia del arte o de arqueología. Peor aún, los documentos apócrifos que lo acompañan son escasamente cuestionados.

En la mayoría de los casos los países de origen no se enteran de la exportación ilícita hasta que aquéllos son descubiertos al azar. La legislación internacional no contribuye específicamente al combate de este flagelo. La Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Tras-nacional, conocida como Convención de Palermo del 2000, y sus tres protocolos suplementarios, no abordan el tráfico ilícito de bienes culturales. Únicamente el Consejo Económico y Social de la ONU, en su declaración de julio de 2008, luego de reconocer la importancia de la preservación del legado cultural, exhortó a los miembros de la comunidad internacional a fomentar la cooperación en el combate del robo y tráfico ilegal de bienes culturales.

Dentro de este esquema, la cadena de comercialización pareciera ser sencilla: el abasto de bienes culturales que proviene de los países de origen, la demanda creada por los consumidores en los países de destino y una intrincada red de transporte. Sus elementos de composición son, sin embargo, más complejos:

El drástico incremento en el valor de las antigüedades ha precipitado la infiltración y el monopolio del mercado negro por parte del crimen organizado. El pillaje y la consecuente depredación del patrimonio cultural es una práctica frecuente. El involucramiento de grupos criminales en este tráfico deriva en una doble amenaza: tanto a la preservación del patrimonio cultural como a la seguridad nacional. Esta complejidad se agrava, pues mientras en los lugares de origen el tráfico es ilegal, en los mercados de arte de los países de destino (Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Suiza y Países Bajos, entre otros) la venta de antigüedades es lícita y abierta y con un mínimo de documentación.

La prohibición lisa y llana en los países de destino no resulta tan sencilla. Por lo demás, la libre disposición de los bienes es parte del discurso de derechos humanos, y existen adicionalmente una serie de colecciones en los países de destino formadas durante la historia de esas naciones y que le-galmente no es posible declararlas irreductibles a propiedad particular.

Otro elemento que no puede soslayarse es el religioso. En Grecia, no obstante la proliferación del vandalismo y robo de iconos, crucifijos y otros objetos litúrgicos, la Iglesia ortodoxa griega y sus monjes se niegan a documentar sus tesoros y son muy reticentes a llevar un expediente fotográfico (Boutopoulou).

El informe Bogdanos

Michel Bogdanos fue un coronel estadunidense del Marine Corps Reserve. Merecedor de una medalla de bronce por su trabajo de inteligencia, especialmente contra el terrorismo en Afganistán, en 2005 recibió asimismo la medalla nacional de humanidades en los Estados Unidos por los trabajos que realizó en favor de la restitución de tesoros al Museo Nacional de Irak.

La conclusión del informe Bogdanos no deja lugar a dudas: el terrorismo internacional también se halla involucrado en este negocio ilícito. Dicho reporte confirmó lo que ya había provocado gran inquietud en los altos mandos estadunidenses: en la persecución del terrorismo internacional invariablemente se topaban con el comercio de antigüedades; más aún, logró detectarse que el tráfico ilícito de bienes culturales provenientes de Irak estaba fondeando las actividades de grupos extremistas.

El informe sostiene que en tanto los talibanes comercian con opio para financiar sus...

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