Rabia e impotencia

AutorMarcela Turati

La señora Beatriz Mejía Díaz volvió por enésima ocasión a un anfiteatro mexiquense para pedir que le enseñaran el registro de todos los cuerpos de personas no identificadas que habían tenido en sus bóvedas.

"Señora, usted ya ha venido varias veces, su hija no está en los registros", le dijo un empleado cuando pidió las carpetas. Obstinada, exigió que le dejaran revisar personalmente cada una de las fichas a partir del 4 de noviembre de 2011, cuando su hija Alejandra Viridiana Osornio Mejía desapareció, fueran registros de hombres, niños o ancianas.

Al repasar los documentos del 27 de enero de 2012 la encontró. La tuvieron ahí como NI (no identificada) y la enviaron a la fosa común.

"Encontré las ropas de mi hija. Me dijeron que tenían sólo el cráneo, que me fuera al Servicio Médico Forense (Semefo) de Izcalli. Pero allá perdieron la carpeta con sus datos. En el anfiteatro tampoco encontraron la ropa. No entiendo: ¿cómo es posible que la mandaran a una fosa común si yo había puestos muchas denuncias y llevaba tanto tiempo buscándola?", dice la señora afuera de la PGR, a donde acudió a gritarle al procurador, Jesús Muri-llo Karam, y al secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, su asco y su rabia por el calvario que pasó desde que su hija de 21 años fue raptada del bar billar Victorias, de Cuautitlán.

Les gritó cuando ellos anunciaban, una vez más, la creación de la Unidad de Investigación y Búsqueda de Personas Desaparecidas.

"Desde el 28 de noviembre de 2011 comencé a ir a los semefos. Fui al de Tlalne-pantla, que es el principal del Estado de México, luego al de Texcoco, al de Ecatepec, al de Amecameca y hasta al del Distrito Federal, de la colonia Doctores. Jamás me permitieron revisar personalmente las carpetas, los encargados introducían las características en la computadora y ellos hacían la supuesta búsqueda, hasta que les exigí que me permitieran revisar, y ahí estaba. Eso vine a decirles a la PGR: que cómo es posible que mi hija hubiera pasado tanto tiempo en la fosa común y que nadie me informara nada", dice Beatriz Mejía, que hacía unos minutos gritaba con furia y angustia. La acompañan otras madres y padres que se han enfrentado al desorden administrativo de morgues y panteones, donde los cadáveres se descomponen bajo tierra y en total anonimato por la impericia, la burocracia y la negligencia institucionalizadas. Al menos 24 mil cuerpos permanecen en fosas comunes a la espera de una digna sepultura, pero por el desorden administrativo sufren una doble desaparición: la primera cuando fueron secuestrados, la segunda cuando los peritos forenses los clasificaron mal, perdieron las pertenencias que llevaban, registraron mal sus datos en la computadora o los mandaron a una fosa común, revueltos con otros, y muchas veces ni siquiera anotaron la ubicación final.

El mismo destino corrió Abril Selena Caldiño Rodríguez, desaparecida el 26 de mayo de 2011, localizada muerta pocos días después en "un municipio cercano a Tecámac" y enviada a una fosa común. Dos años después, el pasado Día de las Madres, las autoridades descubrieron que el cadáver de la quinceañera fue clasificado como el de una mujer de 45 años y tardaron semanas en ubicarlo, ya que perdieron la carpeta de investigación que indicaba el panteón donde fue enterrado.

Desorden

En vez de tener fiesta de 15 años, la niña Bianca Edith Barrón Cedillo tuvo una ceremonia fúnebre, pues el pasado abril la familia identificó la ropa y los rasgos físicos de un cadáver enviado a la fosa común en mayo del año pasado, una semana después del hallazgo, al que un perito había clasificado como mujer de 25 a 30 años. Por esta razón, cuando su madre pedía que buscaran el cuerpo de una quinceañera, no se hallaban registros a pesar de que el cadáver había sido encontrado al día siguiente de la desaparición.

O el caso de Barbie, Bárbara Reyes, la joven de 17 años desaparecida el...

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