Regina Martínez. Sé que me van a matar

AutorAnne Marie Mergier

XALAPA/CIUDAD DE MÉXICO/ PARÍS.- Las dos fotografías fueron tomadas en la plaza Lerdo en 2008. El corazón de Xala-pa aparece envuelto en neblina. Campesinos empapados por la llovizna están sentados de espalda a las escalinatas de la catedral y frente al Palacio de Gobierno. Enarbolan carteles de protesta.

En la primera foto, la corresponsal Regina Martínez entrevista a uno de los manifestantes. Le tiende la grabadora con la mano derecha. En la izquierda tiene un ejemplar de Proceso, con el cual intenta protegerse de la lluvia.

En la segunda imagen, los campesinos permanecen sentados. Regina se apresta a alejarse. El fotógrafo la sorprende justo cuando ella se da la media vuelta y lo mira. Regina sonríe.

Su entrevistado de aquella ocasión se llamaba Ramiro Guillen Tapia y era dirigente del Comité Regional Pro Defensa de los Derechos Humanos del sur de Ve-racruz. Semanas más tarde, el 30 de septiembre, se roció de gasolina en la misma plaza y se prendió fuego. Algunos de sus compañeros dicen que antes de convertirse en antorcha humana Guillen alcanzó a decir: "Lo hago porque no sirve el gobierno, sólo son engaños, y yo tenía que responder a mi pueblo popoluca". Murió al día siguiente en el hospital.

Sentado en un café parisino, Andrés Timoteo Morales se esfuerza por controlar su emoción mientras contempla esas fotos de su amiga:

Ramiro Guillen Tapia encabezaba un grupo de ejidatarios del municipio de So-teapan que habían sido despojados de sus tierras. A lo largo de dos años el gobernador Fidel Herrera les canceló 67 citas. Ramiro no aguantó más desplantes y se inmoló. Estos campesinos se trasladaron 67 veces a Xalapa y las 67 veces Regina los entrevistó. Para ella era un compromiso ineludible.

En aquel tiempo Andrés era corresponsal de La Jornada en Xalapa y colum-nista en el diario Notiuer. Al igual que una treintena de reporteros, fotógrafos y caricaturistas, tuvo que huir de Veracruz después del asesinato de Regina Martínez, el 28 de abril del año pasado.

A causa de las alarmantes amenazas contra ellos, la organización Reporteros sin Fronteras, la Asociación Mundial de Periódicos y Editores de Prensa (WAN-IFRA, por sus siglas en inglés) y la embajada de Francia en México facilitaron su salida del país.

"Estas fotos tienen tanto sentido... son casi metáforas -murmura Andrés-. Esa inquietante neblina, que lo oscurece todo, simboliza el miedo y el silencio que sofocan a Xalapa. Me llama la atención ver cómo Regina se protege la cabeza con un ejemplar de Proceso. Es otro símbolo. Regina vivía vigilada, hostigada, amenazada, pero pensó que trabajar para Proceso la resguadarba de lo peor. Se equivocó. Todos nos equivocamos. Por eso salimos disparados de Veracruz después de que la asesinaron. Entendimos que les valía madre todo y que podíamos ser sus próximos blancos".

Sigue, conmovido:

"Veo un tercer símbolo en estas fotos: en ellas queda plasmada la preocupación de Regina por dar voz a los campesinos, a las comunidades indígenas, a todas las víctimas del sistema político corrupto que impera en Veracruz. Esa fue su cruzada personal. Vivió el periodismo como una misión que dio sentido a su vida pero que también la condenó a morir en esa forma tan atroz."

En los seis meses que ha vivido en París, Andrés se ha negado a dar entrevistas sobre su caso personal. Aceptó, sin embargo, hablar de La Regís en vísperas de su primer aniversario luctuoso.

Ángel Martínez, hermano de Regina, y Elfego Riveros, director de Radio Teoce-lo, decidieron ofrecer su testimonio abiertamente. Las personas entrevistadas en la Ciudad de México se limitaron a tomar medidas elementales de seguridad, como sacar la batería de su celular al principio del encuentro. Los que aún radican en Xalapa eligieron cuidadosamente el lugar de la cita, evitando lugares públicos, como cafés y restaurantes.

Sus testimonios revelan aspectos desconocidos de la vida de Regina Martínez, cuya discreción era legendaria.

Compromiso férreo

Regina no se definió nunca como periodista porque le parecía "pretencioso". Se asumía como reportera y asestaba: "Un reportero es sólo el mensajero, nunca debe ser el mensaje".

Su círculo de amistades más cercanas califica de "farsa obscena" la detención, confesión y condena a 38 años de cárcel de José Antonio Hernández Silva, a quien las autoridades judiciales del estado de Veracruz presentaron como el asesino.

Al unísono denuncian un asesinato político. Sin embargo, cuando evocan a su amiga cuidan de no exagerar. No quieren convertirla en "mártir" de la libertad de expresión ni en un mito. Sólo buscan retratar a una mujer delgada, de apariencia frágil, pero de armas tomar, "muy macha" y a la vez sensible.

Entre sonrisas emocionadas y lágrimas atragantadas, recuerdan sus fuertes convicciones: "Era muy difícil discutir con ella. Costaba trabajo hacerle aceptar opiniones distintas de las suyas". Su voluntad inquebrantable "la...

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