Rendición de cuentas

AutorJavier Sicilia

Algunos gringólogos -unos de ellos, nos contaron, piden, cuando llegan a Estados Unidos, agua Evian para lavarse el cabello; tal vez por eso empiezan a entender poco- vieron la Caravana por la Paz en territorio estadunidense con escepticismo. La verdad es que fue un éxito. Por vez primera, unos ciudadanos mexicanos, víctimas de la guerra contra las drogas, y otros ciudadanos que, a diferencia de esos gringólogos, la comprenden como un horror y un gran fracaso que necesita un camino de paz, decidieron, en condiciones límite, ejercer la diplomacia ciudadana.

Frente a lo que los gobiernos, arrodillados ante los capitales de la muerte, han dejado de hacer -construir la paz y la justicia a nivel binacional-, ese puñado de ciudadanos viajaron más de 10 mil kilómetros -desde el oeste de Estados Unidos, hacia el este, hasta llegar a Washington-y dialogaron en su camino con todos: ciudadanos estadunidenses, comunidades latinas y afroamericanas, concejales, congresistas; el embajador de México, Arturo Sarukhán; la secretaria para Democracia y Asuntos Globales de la Secretaría de Estado, María Otero, y, telefónicamente, con la directora adjunta para Asuntos Hispanos de la Casa Blanca, Julie Chávez, la nieta del gran César Chávez.

La agenda que llevamos, tan importante como difícil, es la misma que no hemos dejado de colocar desde hace año y medio en el centro del debate público mexicano, pero en narrativa estadunidense: la regulación de las drogas, el control férreo de las armas de asalto, una política tan profunda como seria del lavado de dinero, la visibilización de las víctimas de ambas fronteras -las cárceles estadunidenses guardan casi 25% de la población mundial de los presos, la mayoría de ellos afroamericanos y latinos criminalizados por la droga- y el riesgo de perder la democracia bajo el regreso de regímenes autoritarios policiacos y militares.

Allí radicó la dificultad y la importancia de la Caravana; allí también radicó su novedad. Al igual que por primera vez se ejerció una democracia ciudadana binacional, por vez primera, a través de ese ejercicio, los estadunidenses escucharon la responsabilidad que los ciudadanos de ese país tienen en el dolor que la guerra contra las drogas está causando en México. Por vez primera las comunidades latinas y afroamericanas se unieron para entender que el problema que viven ambas minorías es semejante y tiene su origen en esa guerra. Por vez primera concejales y congresistas escucharon de voz de las...

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