Al rescate de la legitimidad

AutorJohn M. Ackerman

Más allá de los porcentajes de votación que reciba cada uno de los candidatos, habría que poner particular atención a la tasa de participación ciudadana. Esta será la verdadera medida de la salud de nuestra democracia. Los ciudadanos solamente se toman la molestia de acudir a las urnas si creen que su participación realmente vale la pena. Llegan a tener esta convicción cuando las campañas electorales son sustanciales y competitivas y las instituciones garantizan la autenticidad del sufragio. Las campañas superficiales, con un claro favorito y con instituciones electorales cooptadas constituyen la mezcla perfecta para un alto abstencionismo.

En el Estado de México, la campaña de Eruviel Ávila apuesta precisamente a la abstención. Por ejemplo, la reiterada divulgación de encuestas que supuestamente reflejan un margen de victoria de más de 30 puntos porcentuales de Ávila sobre Alejandro Encinas y Luis Felipe Bravo Mena tiene precisamente el fin de desalentar la participación al convencer al ciudadano de que el resultado ya estaría determinado y que no importa si vota o no. El candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) sabe muy bien que cuando se eleva la tasa de participación es mucho más difícil “dirigir” los resultados por medio del voto corporativo, el acarreo y la compra y coacción. Durante la elección de Enrique Peña Nieto hace seis años, por ejemplo, la tasa de participación llegó a uno de sus mínimos históricos, quedando únicamente en 43% del padrón electoral.

Pero recordemos que en los recientes comicios de Veracruz, Durango, Puebla, Guerrero, Oaxaca, Hidalgo y Sinaloa las encuestas sistemáticamente erraron entre 10 y 25%. Hay varias explicaciones para estas discrepancias. Primero, existen desde luego algunas casas encuestadoras que actúan por consigna para presentar resultados “a modo” con el fin de apuntalar a uno u otro candidato en la opinión pública. Segundo, la forma más fácil y rápida para realizar una encuesta es la vía telefónica, y esta modalidad solamente recoge las opiniones de un estrato limitado de la población. Tercero, los ciudadanos muchas veces tienen miedo de revelar sus verdaderas preferencias a personas extrañas que bien podrían trabajar por un partido político que posteriormente los podría castigar por dar la respuesta “equivocada”. Esto último suele ocurrir en particular en estados gobernados por el PRI o donde existe una fuerte presión sobre los ciudadanos para votar por el partido actualmente en...

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