Lo que resiste, apoya

AutorJohn M. Ackerman

Los lobos del viejo PRI manejaban eficazmente el difícil equilibrio entre el poder autoritario y la crítica reformista. Pero la total ausencia de oficio político entre los "nuevos" priistas ha puesto en riesgo la vigencia de todo el sistema de corrupción estructural. Ello es una noticia catastrófica para quienes dependen del sistema para su sobrevivencia. Pero constituye motivo de celebración para el sector cada vez más amplio de la sociedad con hambre de justicia y sed de paz.

El primer presidente emanado de las filas del PRI, Miguel Alemán Valdés (1946-1952), fue quien colocó los cimientos para muchas de las más nefastas prácticas autoritarias actuales, incluyendo el "charrismo" sindical, la corrupción y la complicidad entre grandes empresarios y altos funcionarios públicos, así como el poder mono-pólico de Televisa. Alemán también fue quien perfeccionó el modelo del partido de la oposición "leal" con la creación del Partido Popular (PP) por parte de Vicente Lombardo Toledano en 1948.

Lombardo tenía claro desde el principio el propósito de su nuevo partido: "No se trata de crear un partido de oposición al gobierno, sino, por el contrario, se trata de crear una fuerza de apoyo al gobierno y a las instituciones democráticas y revolucionarias contra las fuerzas de la reacción. (...) El Partido Popular será un partido de ayuda al régimen y de crítica constructiva", escribió en 1947.

Hoy el Partido de la Revolución Democrática (PRD) se ha convertido en un engendro autoritario aún peor que el antiguo PP. El apoyo del PRD al régimen no es siquiera discursivo o hipócritamente "contra las fuerzas de la reacción". Y la "crítica constructiva" de Lombardo ha sido reemplazada hoy por una abyección total del PRD a los reyes de la corrupción.

La fuerza conjunta de la firma del "Pacto por México" y el fracaso de los gobiernos locales del PRD han puesto fin al carácter opositor y democrático del antiguo partido de la oposición. José Luis Abarca, Ángel Aguirre, Jesús Zambrano, Carlos Navarrete, Miguel Ángel Mancera y sus otros compañeros de partido no representan más que sus propios intereses mezquinos y oscuros.

La buena noticia es que el fin del PRD implica también el fin de la autorregulación y de la capacidad adaptativa del partido en el poder. La desaparición del actor político que fungió como el principal adversario al régimen desde 1989 ha generado la necesidad social para el surgimiento de una nueva fuerza opositora. Así como la domesticación del...

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