La ruta de la muerte

AutorAndrés Mourenza

BODRUM, TURQUÍA/KOS, GRECIA.- Lo primero que perciben los ojos al acostumbrarse a la oscuridad nocturna de la playa de Lambi es el cañón de un tanque el cual se recorta discreto sobre la luz tenue de un pequeño puesto militar en el cabo que protege la bahía de Kos. El cañón apunta a la estrecha franja de mar, de sólo seis kilómetros, que separa esta isla griega de la costa de Turquía, como un recuerdo de pasadas disputas entre los dos países.

Pero es simbólico que sea un cañón lo que recibe a los refugiados que huyen de la guerra y la violencia en Medio Oriente, Asia o África y se juegan la vida cruzando este estrecho para llegar a su ansiada Europa.

Algo se mueve en las negras aguas, en un punto casi equidistante de ambos países, y patrulleras de la Guardia Costera -una helena, otra turca- se aproximan. Son casi las cinco de la mañana, pero la tiniebla aún no se disipa. Las únicas luces que perturban la noche son las de los hoteles y centros nocturnos, pues tanto Kos como Bodrum, enfrente, son destinos vacacionales.

De pronto, una de las patrulleras enciende sus potentes focos e ilumina dos lanchas inflables cargadas de refugiados que trataban de ganar la orilla griega. Tras un cuarto de hora de lo que, desde la lejanía de la playa, parece una discusión entre los guardacostas griegos y los migrantes, los primeros hacen subir a los segundos a su embarcación. Las luces del alba aparecen cuando la nave de la Guardia Costera penetra en la bahía.

Lo lograron: los refugiados ya están en territorio de la Unión Europea (UE).

Desde enero, más de 350 mil personas han llegado a la UE tras cruzar las aguas del Mediterráneo y del Egeo; una cifra 60% superior a la de todo 2014, según datos de la Organización Internacional para las Migraciones. Dos de cada tres migrantes siguen la ruta que va de Turquía a las islas griegas, para después cruzar los Balcanes a pie, tren o autobús -si bien ello supone salir del territorio de la UE-, para alcanzar el corazón de Europa Central -Alemania, Holanda o Bélgica- o seguir a los países escandinavos, tradicionalmente más generosos con quienes solicitan asilo.

Entre quienes emprenden esta peligrosa ruta -consta que este año ha habido al menos 2 mil 600 muertes- hay quien llega de Afganistán, Bangladesh o Irak, de países africanos como República Democrática del Congo, Eritrea o Sudán.

Pero sobre todo de Siria. El conflicto civil en el país árabe, una guerra que ha costado 230 mil vidas en cuatro años, ha desplazado de sus hogares a 12 millones de personas, de las cuales 4.5 millones han cruzado la frontera hacia países vecinos. Turquía acoge a 2 millones de sirios; Líbano a 1.2; Jordania a más de 600 mil; Irak a un cuarto de millón... Y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) estima que 400 mil sirios más se preparan para huir hacia la UE este año y otros tantos el próximo. La crisis migratoria no ha hecho más que empezar.

La espera

El viaje comienza en internet. Cientos de páginas en Facebook dan consejos u ofrecen contacto con intermediarios para embarcarse en las costas turcas. Quienes tienen familiares o amigos que ya han llegado a un destino seguro o están en ruta, aconsejan a los que van más atrasados a través de las aplicaciones telefónicas WhatsApp o Viber, y prácticamente...

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