Un siglo y medio de Conservatorio (V)

AutorSamuel Máynez Champion

Así, anotamos que hubo cuatro sedes provisionales -la Escuela Nacional de Medicina, la Academia Beristáin-Ca-ballero(1), y dos locales más en préstamo(2)- antes de su traslado al edificio de la exUniversidad(3), donde logró establecerse a lo largo de cuatro décadas, es decir, desde 1868 hasta 1908. Cabe destacar que el edificio universitario, no obstante su belleza arquitectónica, era totalmente impropio para satisfacer las necesidades básicas de una escuela de música.

¿A qué necesidades nos referimos? Pues a disponer, en primer término, de espacios acústicamente idóneos -que en su interior no haya ecos ni reverberaciones excesivas y que estén aislados para evitar la contaminación sonora hacia y desde el exterior-, por no hablar de la exigencia de disponer de salones de ensayo, biblioteca, cubículos de estudio, auditorios, taller de reparación de instrumentos, etcétera. Ninguno de los cuales se encontraba en aquel sitial conservato-riano, debido a que era un vetusto edificio colonial concebido como residencia particular.(4)

Podrá comprenderse, entonces, cómo en esos 40 años se palió la precariedad como mejor se pudo, quedando de manifiesto la desidia gubernamental para solventar los requerimientos que conlleva el aprendizaje de la música. Parangonando el caos sonoro del Conservatorio, podríamos citar una escuela de pintura donde la iluminación fuera tan mala que se confundieran los colores, o una de escultura donde se enseñara a tallar piedras de hule espuma. Así de irracional y así de grave es lo relativo al silencio que debe imperar en un conservatorio que se precie de serlo, ya que la materia prima con la que se trabaja son los sonidos puros, amén del adiestramiento del oído para percibir en ellos sus texturas más tenues y su compleja interacción para formar armonías.

En cuanto a la regencia del país, huelga apuntar que la permanencia del Conservatorio en esa, su quinta sede, corrió al parejo del gobierno de Porfirio Díaz. Y como tal, con sus taras francófilas y su menosprecio por lo vernáculo, quedó registrado para la historia que nos ocupa. Sin embargo, habremos de reconocer algunos de los aciertos de la administración porfiriana, ya que redundaron en grandes beneficios para la institución, pero antes es menester hablar del individuo que ascendió a la silla directoral al tiempo de la remoción del cura Caballero.

Se trató del doctor Agustín Balderas, quien encarna el único caso de un director cuya actividad profesional no fuera de...

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