SIMOJOVEL. Los mató la miseria

AutorIsain Mandujano

LA PIMIENTA, SIMOJOVEL, CHIS.- Ya dirá y Emmanuel Francisco sólo vivieron 30 y 28 días, respectivamente. Pero oficialmente no existieron porque fueron sepultados sin acta de nacimiento ni acta de defunción, víctimas del fallido sistema de salud pública que prevalece en las comunidades rurales indígenas de Chiapas.

En las montañas del norte del estado, que antes eran de selva baja y ahora son una vasta región deforestada, agujereada por minas rústicas de ámbar, se encuentra enclavada esta comunidad: La Pimienta. Se trata de una localidad de alrededor de 2 mil 500 habitantes y 800 casas amontonadas, sin calles; es una de 123 poblaciones que rodean la cabecera municipal de Simojovel.

La demarcación padece alta margina-ción y pobreza, con los más bajos índices de desarrollo humano. Toda la población es indígena tzotzil.

Según el más reciente informe del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), 68.6% de los habitantes de este municipio vive en pobreza extrema y 24.5% en pobreza moderada.

Los más de 40 mil 300 habitantes cuentan sólo con seis unidades de salud. El personal médico es de tan sólo 11 personas.

En Chiapas existen 557 unidades médicas rurales del programa IMSS-Prospera, y una de ellas constituye la única presencia médica en esta comunidad. Además, debe atender a otros cuatro poblados cercanos.

El pasado viernes 8, La Pimienta salió del anonimato a la notoriedad mediática, como muchas otras localidades marginadas, por una tragedia: la muerte de dos bebés y la hospitalización de 29 tras recibir las vacunas contra hepatitis B, tuberculosis y rotavirus.

Ese día el médico Roberto Calvo León y su enfermero Brígido Hernández Pérez convocaron al primer grupo de mujeres para que llevara a sus hijos a vacunar, como requisito para recibir otros beneficios de programas asistenciales de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol).

Aunque los directivos del IMSS dicen que fueron 52, los lugareños afirman que fueron sólo 31 los vacunados entre las 12:00 y las 14:00 horas. Muchas madres no escucharon el llamado y se quedaron sin vacunar a sus pequeños, por lo que se salvaron de la crisis sanitaria.

En cambio, las 31 familias tuvieron que pagar el transporte en camionetas de redilas para salir por ese camino lleno de pendientes, barrancos y piedras, a lo largo de cinco tortuosos kilómetros, más otros cuatro que sí están pavimentados.

Vicente López Gómez, de 33 años, y Amalia Hernández, de 30, vieron morir en sus...

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