Subterráneo / Ni a cuál irle

Después de recorrer los laberintos del Congreso casi tres años -la iniciativa se presentó en abril de 2004-, el pasado martes 20 el Senado aprobó algunas reformas al Código Penal Federal que se refieren al abominable asunto de la explotación sexual infantil. Las reformas fueron aprobadas por los diputados en abril de 2005, por lo que puede suponerse que pronto entrarán en vigor.

La reforma es, por supuesto, una de las muchas que hacen diputados y senadores en el afán de justificar que hacen algo, pero no hay en ella nada meritorio o que permita suponer que será medianamente útil. Todo es de machote: la denuncia de "un fenómeno criminal que se manifiesta en sus más altos grados de perversidad" porque afecta a menores; el incremento a las penas tanto en años de prisión como en multas -¡oh, novedad!-; el agravamiento de las mismas cuando se trate de padres, tutores o familiares. Vamos, los hipócritas sepulcros blanqueados de siempre.

La supuesta reforma, reforma tan poco que cae de nuevo en el pantano de las contradicciones de una minoría de edad con la que nuestros legisladores nunca han sabido qué hacer. Por un lado, en materias sexuales y antes de los 18, los menores son ángeles inocentes que, como lo ha demostrado siempre la mojigatería, no "tienen la capacidad de comprender el significado de algún hecho que dañe o ponga en peligro su integridad física o corrompa su mente y su cuerpo", pero por el otro, en asuntos delictivos antes de los 18 son seres plenamente responsables que merecen, como los adultos, juicio y prisión.

Tal vez fuera loable el propósito que animaba en principio a la reforma, pero el resultado final fue del todo diferente. Si se tratara de tantos, los legisladores estarían en menos diez y la defensa sexual de los menores seguiría en cero.

Y LA RESPUESTA

La supuesta reforma legal es tan cuadradota, tan de cartón y de machote, que no podía inquietar a nadie. Y, menos que a nadie, a los pederastas que buscan niños para satisfacer sus necesidades homosexuales. El problema, claro, no está en la homosexualidad, sino en la niñez de los compañeros que procuran -problema que la reforma dejó intocado.

Y no obstante y a pesar, insisto, de que es una reforma inexistente, vino a encontrar opositores -sus únicos opositores-, en la iglesia católica. El hecho sorprende en parte porque la idea general es que la iglesia defienda -o cuando menos intente defender-, valores y principios, no servir de tapadera a los sacerdotes pervertidos y...

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