La tercera dimensión literaria de Atiq Rahimi

PARÍS.- Mirada azul transparente, porte aristocrático, elegancia oriental matizada con un toque-cito francés, amplio sombrero del que casi nunca se separa y densa biografía: Atiq Rahimi es un personaje tan novelesco como los protagonistas de sus propias obras.

Autor de cuatro novelas: Tierra y cenizas (2000), Laberinto de sueño y angustia (2002), Singue Sabur. La piedra de la paciencia (2008) y Maldito sea Dostoievski (2011), el escritor afgano es uno de los pocos capaces de realizar la adaptación cinematográfica de sus libros (Tierra y cenizas y La piedra de la paciencia) y de hacerlo con el inmenso talento de un cineasta doblado de un pintor y de un poeta.

Fue precisamente su trayectoria en el septimo arte que le valió presidir el jurado del Festival de Cine Latinoamericano de Biarritz el pasado mes de octubre (Proceso, 1981).

"¡Esa semana de festival fue un auténtico placer! Me llamó la atención la calidad de las películas que descubrí, y entre ellas la audacia de Las búsquedas de José Luis Valle. Me interesó muchísimo ese trabajo profundo y original sobre el duelo servido por un manejo muy seguro de la cámara y una distancia poética que da toda su fuerza a la película. Hay que seguirle la pista a Valle: no va a tardar en afirmarse como uno de los grandes realizadores mexicanos. De eso no tengo la menor duda", comenta.

En el elegante Café Beaubourg, frente del Museo Pompidou, donde suelen citarse intelectuales, guionistas de cine y realizadores, Rahimi pide un expreso y sigue evocando su estadía en Biarritz.

"Fue importante para mí porque me permitió sumirme en el imaginario latinoamericano con el cual me identifico cada vez más", confia.

Y de repente, emocionado, empieza a hablar de su pasión por Borges, de su admiración por García Máquez y de su recién fascinación por Juan Rulfo. Cuenta:

Varios críticos literarios y de cine me dijeron que la atmósfera de Tierra y cenizas les recordaba el mundo árido, a la vez poético y metafísico, de las obras de Juan Rulfo. Pero no sé por qué extrañas razones nunca pude recordar el nombre de Juan Rulfo. Sólo tenía en mente que se trataba de un escritor mexicano de los años cincuenta. Y me olvidaba de él. Hace poco me regalaron Pedro Paramo y El llano en llamas. Me quedé abrumado. Leí y volví a leer estas obras magistrales. Para mí son la quintaesencia de la literatura. Acabo de comprar varios ejemplares de cada libro para regalarlos a mis amigos.

Se ríe.

Conversar con Rahimi es oscilar entre carcajadas y momentos de reflexión, viajar entre Oriente y Occidente, vagabundear entre la realidad brutal de todas las guerras que desgarraron a Afganistán y mundos impalpables o metafóricos; es también convivir con Fiodor Dostoievs-ki, Franz Kafka, Albert Camus, Marguerite Duras o Farid al Din Attar, poeta místico persa (fin del siglo XII y principios del XIII) autor de La Conferencia de los pájaros, célebre epopeya filosófica que enseña al hombre que el Ser Supremo se encuentra en lo más hondo de su propio corazón.

Atiq Rahimi nacio en Kabul en 1962 en una familia culta y acomodada. Su padre fue gobernador del Valle de Panshir antes de desempeñarse como juez instructor en la capital afgana.

"Crecí en una familia bastante original. Mi padre era monárquico, mi madre mística, mi hermana feminista y mi hermano comunista."

-¿Y usted?

-Lo único que me quedó fue ser anarquista.

Ríe.

-¿Era posible ser anarquista o feminista en Afganistán?

-En los años setenta y en las grandes ciudades, por supuesto. Mi hermana y mis primas vestían minifaldas. Aquí en occidente no se conoce la verdadera historia de mi país y no se sabe que las mujeres afganas obtuvieron el derecho de voto en 1959. Fue a partir de las guerras que desencadenaron, primero la invasión soviética y luego la intervención norteamericana, que las cosas cambiaron.

Después de haber cursado en el liceo francés de Kabul, Rahimi ingresó a la universidad y se dedicó a estudiar literatura francesa.

El escritor vuelve a reir cuando recuerda sus líos con el Comité de la Juventud del Partido Comunista. Un día fue convocado por haber presentado una ponencia sobre Albert Camus en la Faculdad de Letras. Se le "había olvidado" que estaba prohibido hablar de "intelectuales burgueses".

La censura endureció y Rahimi no pudo seguir publicando sus artículos en revistas literarias. Pero lo que realmente lo convenció de exiliarse fue la obligación ineludible de servir cuatro años en el ejército.

En diciembre de 1984 huyó de Afganistán. Caminó nueve días y nueve noches hasta llegar a Pakistán. Pidió asilo político en Francia y en marzo de 1985 dejó...

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