Testimonios 1. Reporteros y miembros de la redacción de Proceso

AutorAlejandro Caballero

Hacía dos años del surgimiento del Ejército Zapatista y de un hombre que había decidido cubrirse con estambre la cara para enfrentar al gobierno de Carlos Salinas de Gortari. Dueño de una prosa fascinante, el Sub acabaría haciendo de la palabra su principal arma, y de las mortíferas, apenas utilería, parte de su atuendo mediático.

El rostro oculto de Marcos ocupaba la totalidad de la portada, pero el cabezal principal, era el tema, en esa tarde sentados don Julio y el que escribe en una mesa de un restaurante al sur de la avenida Insurgentes.

Don Julio me miraba sin parpadear, atento, sin el menor indicio de cortar mis balbuceos. Apasionado conversador, aplicaba sin subterfugios la difícil virtud de escuchar.

La memoria se cruza con el presente. Me estremezco. Veo a don Julio el 17 de octubre de 2014 subir con un gran esfuerzo físico los 20 escalones que conducen a lo que fue su oficina por más de 20 años, y que a finales de los noventa heredó al actual director Rafael Rodríguez Castañeda.

Intocable su lucidez, contrasta la languidez de su cuerpo. Ya de salida, una querida reportera equivoca, en el honesto afecto, el uso de las palabras. Le dice algo así como ojalá nos vuelva a visitar pronto. Tocado como por un rayo, don Julio endereza levemente los hombros, detiene con lentitud su andar y mirándola a los ojos, sin enojo, la corrige con cariño: "yo no soy un visitante, esta es mi casa, como la de todos ustedes".

Rodeado amorosamente por quienes estábamos presentes en la redacción ese mediodía retomó el paso hasta el asiento del copiloto de un auto compacto. Recordé entonces la escena de varios años atrás, cuando después de algún percance, alguien le insinuó que lo llevaba a su casa. Lo cito sin comillas: Ni madres. Esas cosas las decido yo. Y yo manejo.

Fría, inanimada la mañana del 8 de enero, mientras escribo estas líneas, me abruma la tristeza de los recuerdos inmediatos, a flor de piel.

El director Rafael Rodríguez Castañeda me pide al mediodía del 6 de enero que prepare la nota de lo inminente. Periodistas al fin, hacemos lo que haría don Julio.

Ya de noche, releo, devoro, hasta donde mi capacidad me lo permite, páginas de sus libros. Nostalgia, alegría, admiración, rabia, se combinan mientras avanzo y le doy sonoridad a sus palabras. Creo escuchar su voz, su elocuencia. Me encuentro, arrobado, entre muchas, las siguientes líneas escogidas por mi arbitrario sentir.

Describe al responsable de la matanza de Tlatelolco.

Dos esferas...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR