Treinta y cinco años alrededor de Julio

AutorVicente Leñero

A retazos, con páginas arrancadas a mis propios recuerdos, en un obsesivo collage de viejos textos o de pequeños añadidos y rápidas anécdotas que dicta la memoria, intento esta semblanza en borrador de Julio Scherer García que la miopía de la amistad -ese verlo y verlo durante años tan de cerca- impide convertirla en un perfil más fiel, más apartado de una visión estrictamente personal. Es un intento, un breve testimonio de hermandad.

1972

Julio no regresaba aún a la mesa.

-¿Y de veras es muy honrado el director?

-No sabes -exclamó Froylán, Froylán López Narváez-. A mí me tocó presenciar una escena inolvidable. Estaba yo en su oficina cuando llegó el mensajero de un secretario de gobierno y le entregó un sobre. Tomó el sobre, lo dejó en el escritorio y siguió con la cháchara. Hasta muy al rato cayó en la cuenta, abrió el sobre y encontró un cheque de muchos ceros. Furioso salió disparado de la oficina y en mangas de camisa, como estaba, alcanzó al mensajero a media cuadra de Reforma. "Aquí está el cheque, amigo, y dígale por favor al señor Fulano de Tal que muchas gracias, pero que el director de Excélsiorno".

1968

El bajo volumen en que a veces declina su fraseo impide captar completamente todos los parlamentos. Algo dice Julio

Scherer de sus dos hermanos, Hugo y Paz; de su padre Pablo Scherer, hombre de acomodada posición económica merced a un trabajo en relación con la bolsa de valores que le permitió vivir con su familia en una gran casona colonial ubicada en Plaza San Jacinto número 11, San Ángel, precisamente donde ahora se encuentra el Bazar Sábado, hasta el momento en que un abuso de confianza-explica Julio Scherer sin detallar- hundió a su padre en la ruina.

-Lo perdimos todo, todo todo todo -se oye exclamar al de la voz-. Todo, jefe -remata dirigiéndose a Miguel López Azuara.

Vuelve a declinar el volumen parlante de Julio Scherer, pero gracias a una media docena de frases aisladas resulta posible reconstruir la anécdota y comprender lo que significa la expresión lo perdimos todo. Todo es la gran casona vendida con urgencia a un precio irrisorio. Todo significa también las pertenencias de la familia Scherer García: desde los objetos artísticos que formaban parte de la construcción residencial, como lo era una gran escultura de la Virgen de Guadalupe fatalmente incluida en el precio total de la casa, hasta muebles, cuadros, libros -ediciones príncipe de Lucas Alamán-, antigüedades y la valiosa colección de pañuelos que don Pablo traía de Europa a su mujer y que ahora ella se vio obligada a vender uno tras otro, todos, mientras luchaba por contener las lágrimas porque ya no tenía su valiosa colección de pañuelos para secarlas. Todo significa además, todavía, la deuda grande que no se alcanzaba a saldar con la venta de todo. Nunca se recuperó el padre de Julio Scherer García del golpe. En 1968, infartado, moribundo, habló con su hijo:

-Tú vas a ser director de Excélsior -le dijo de pronto su padre.

-¿Te da gusto? -preguntó Julio.

-No -le dijo-. Vas a sufrir mucho.

1968

Molesto porque Excélsior no juzgaba el conflicto estudiantil de 1968 con los criterios oficiales obedecidos puntualmente por los demás diarios, el presidente Gustavo Díaz Ordaz emprendió una campaña contra Excélsior. Scherer y algunos colaboradores recibieron amenazas, estalló una bomba en las oficinas de Reforma 18 y el director fue insultado en la residencia de Los Pinos. Frente a frente, con el escritorio de por medio, Díaz Ordaz empezó reclamándole los puntos de vista sustentados por su periódico. En el momento de responder, Scherer descubrió una pequeña caja de cerillos en el escritorio presidencial y la paró de canto. Dijo: "Mire usted, señor presidente, ésta es una simple caja de cerillos, pero desde su lugar usted ve una caja diferente a la que yo veo desde aquí. Lo mismo ocurre con el problema de los estudiantes". A manera de respuesta, Díaz Ordaz agrió el gesto y le gritó furioso: "¡Hasta cuándo dejará usted de traicionar a este país!".

1974

/dijo en el momento de enviar de nuevo a Fausto Zapata a ver a Julio Scherer para decir de parte del primer mandatario que éste deseaba comer en casa de Julio Scherer cualquier día de la semana y en plan absolutamente privado sencillo familiar cosa totalmente imposible dijo Julio Scherer porque yo no puedo y aunque quisiera no podría invitar a mi casa al presidente de la República porque son mis hijas quienes sirven la mesa y las sillas del comedor son incómodas y desde luego te podría decir a ti (me contó Julio Scherer años más tarde) ¿estás cómodo? ¿quieres otro cojín? tráiganle por favor otro cojín a Vicente lo cual no resultaría bien ante el presidente porque entonces yo me sentiría incómodo sabiéndolo incómodo y nervioso después de haber visto durante toda la mañana o todo el día anterior a los guaruras entrando y entrando en mi casa revisando cuartos para garantizar la seguridad del primer mandatario del país incómodo en mi casa como yo también incómodo porque no puedo y no quiero invitarlo díselo así dijo Julio Scherer a Fausto Zapata y así se lo dijo Fausto al presidente quien según otro recado más agradecía la franqueza la confianza y de seguro entendía la imposibilidad de establecer una relación de amistad entre ambos incluso de fingirla en aquélla la mejor época de habitud entre el presidente de la República y el director general de Excélsior no amigos sino simples ajedrecistas citados de tarde en tarde para celebrar entre gambitos jaques y enroques el antiguo rito vieja batalla lucha del poder contra la pren/

1976

En la mesa principal: Julio Scherer García incómodo, Julio Scherer García enojado, Julio Scherer García iracundo.

Se puntualiza:

Julio Scherer García incómodo por sentirse obligado como todos los años a participar en la ceremonia del Día de la Libertad de Prensa, en la que se pronuncian discursos -uno del presidente de la República y otro del director de algún diario- que invariablemente deforman la realidad de la prensa mexicana; incómodo por mostrarse cómplice del desmedido homenaje al primer mandatario en turno, a quien de manera explícita se venera como adalid de la prensa independiente.

Julio Scherer enojado porque este año el presidente de la República concedió uno de los premios nacionales de periodismo al locutor de televisión Jacobo Zabludovsky, quien en los últimos meses ha encabezado la campaña televisiva contra Excélsior.

Julio Scherer iracundo porque al terminar la comida Luis Javier Solana, subdirector de El Universal y presidente de la Asociación de Editores de Periódicos Diarios de la República Mexicana, organizadora del acto, se aproxima a Scherer para informarle en voz baja que ha sido incluido en la comisión encargada de entregar en ese instante un pergamino alusivo al presidente Luis Echeverría Álvarez.

-Yo no -rechaza Julio Scherer.

Luis Javier Solana se sorprende:

-El presidente nombró la comisión.

-Yo le entrego una chingada.

-Julio -exclama Solana y gira la cabeza de derecha a izquierda temeroso de que la expresión de su colega haya sido escuchada por...

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