El valedor / Lobos de Dios

Por su forma de vestir provocativa, la mujer es la causante de sufrir agresiones sexuales, físicas y verbales. A las mujeres que se visten de manera provocativa se les ven las líneas. Ellas tienen toda la culpa de que las ataquen.

Estos y otros conceptos han sido expresados por arzobispos, obispos, monjas y legionarios de Cristo en el sexto Encuentro Mundial de las Familias, que, entre los días 6 y 9 del mes y con asistencia del presidente Felipe de Jesús, se llevó a cabo en esta ciudad. Y algo más: "¡Mujeres y gays, a su casa! Y que los legionarios ponen en marcha un curso para jóvenes en el que les van a enseñar como visten y se comportan "las señoritas decentes". (Dios.)

Mientras, en algunos estados del país siguen vigentes cárcel y excomunión para las mujeres que se atrevan a abortar, sin importar los días o semanas de gestación. Tal es la política social de Ratzinger, que antes de ser investido como pontífice desempeñaba el papel de inquisidor en la "Santa Inquisición", ahora Congregación para la Doctrina de la Fe. Para conocer criterio y prácticas de semejantes inquisidores hay que acudir a la historia, y qué material más adecuado que el episodio ocurrido en la España del siglo XVI que entregué a ustedes aquí mismo hace un par de años: España del XVI. De protagonistas un monje dominico, su grupo de torturadores y una mujer a la que acusaba de judaizante. Con su cargazón de realismo dramático, el documento de la "Santa Inquisición":

A la desdichada la llevaron a la cámara de tortura. Que dijese la verdad, le ordenaron. Ella: "No tengo nada que decir". Le ordenaron que se desnudara y de nuevo la exhortaron, pero guardó silencio. Dijo, una vez desnuda:

"Señores, he hecho todo lo que se dice de mí y levanto falsos testimonios contra mí misma, pues no quiero verme en semejante brete, plegue a Dios, no he hecho nada".

Le dijeron que no levantase falsos testimonios contra ella misma, sino que dijese la verdad. Empezaron a atarle los brazos, dijo: "He dicho la verdad, ¿qué tengo qué decir? Nada, señor, nada tengo qué decir".

Le aplicaron una cuerda a los brazos y la retorcieron y exhortaron a decir la verdad, pero dijo ella que nada tenía que decir. Luego chilló y dijo: "Decidme lo que queréis, pues no sé qué decir". Le ordenaron que dijese qué había hecho, pues era torturada por no haberlo hecho, y ordenaron que se le diese otra vuelta a la cuerda. Exclamó: "Soltadme, señores, y decidme lo que...

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