¡Vamos mijas! / El graffiti, ¿es arte o vandalismo?

Los lectores asiduos de esta columna saben que vivo en Polanco, ya que lo he mencionado varias veces. Para muchos es un nido de ratas. Para mí ha sido mi hogar desde hace 50 años. Quiero mucho la colonia y sus habitantes. Claro, no voy a ser hipócrita, con la mano en la cintura les pondría una madrina a varios. Con todo respeto y desde lo más profundo de mi alma, les miento su madre con bastante frecuencia, aunque las madres de muchos de ellos son señoras a quienes respeto y quiero.

No sólo en esta Colonia, en todo el mundo, hay derechos humanos universales, uno de ellos es el de la libertad de expresión. Ésta se puede dar de mil formas, una de ellas es el arte. Hay quienes han usado los espacios públicos para manifestar su inconformidad con las injusticias sociales, para algunos son murales, para otros es graffiti. Desde los inicios de la humanidad, en los códices, en muros de las cuevas donde se refugiaban los cavernícolas, pintaban sus actividades. Si conocemos sus formas de vida es por los dibujos que dejaron. Desde esa época ya marcaban territorio, ahora se dice: "dejar su placa".

Lo primero que hace un niño en cuanto le cae una pluma o crayola a la mano es rayar por donde va pasando. Yo creo que por más libertad de expresión que sea, a los papás no les hace ninguna gracia vivir en una casa con las paredes rayadas.

Por el movimiento cholo, por nuestro pasado indígena, por copiarle a los gringos, por la razón que más le guste, durante años hemos padecido de esa extraña fascinación por plaquear todas las casas recién pintadas. Claro, las casas de los que vivimos en Lomas de Cagadazo y anexas. Bien sabe el Diablo a quién se le aparece, no van a graffitear a las colonias ricas. Allá los arrestan o viven en cotos donde no hay espacio para malandros. Como siempre, el que se chinga es uno.

Me cansé de rogarles...

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