Visas y bardas

AutorOlga Pellicer

El contenido de la enmienda ha sido sintetizado en los titulares de numerosos medios de comunicación como el propósito de "amurallar" a Estados Unidos frente a México. Para los demócratas fue el precio inevitable a pagar para lograr los votos republicanos que permitirán aprobar la reforma; para el Consejo de la Raza, la poderosa organización de mexicanos en Estados Unidos, es un mal necesario; para respetados comentaristas, como Jorge Ramos, es una medida indignante que sólo se concibe entre Estados enemigos (Reforma 23/06); para el senador McCain en CNN, tratando de calmar los ánimos de sectores extremos de su partido, "será la frontera más militarizada desde el Muro de Berlín".

El gobierno mexicano se vio obligado a salir del silencio incomprensible que decidió asumir ante el debate sobre la reforma migratoria y declaró en contra del levantamiento de muros, que no solucionan el problema de la migración y entorpecen el comercio, recordando que se trata de una frontera por la que circulan millones de gentes y mercancías cada minuto. Tal es, en efecto, el aspecto más paradójico del "amurallamiento": ocurre en el caso de dos países que mantienen uno de los niveles de intercambio comercial más intensos del mundo.

La mencionada enmienda no asegura que la reforma migratoria será aprobada en la Cámara de Representantes. Los augurios allí no son tan prometedores, a pesar de la concesión ya dada a los republicanos. Sin embargo, el haber aprobado tal enmienda coloca una sombra negativa sobre las relaciones México-Estados Unidos. Recuerda hasta dónde ambos países están distanciados cuando se trata de enfrentar problemas que sólo se pueden resolver conjuntamente.

Tres puntos nos hablan de ese alejamiento: el primero, el unilateralismo. En el caso de países amigos con fuertes lazos económicos, los problemas fronterizos no se deciden sin dialogar. Si para los republicanos la seguridad en la frontera, de la manera que ellos la entienden, es tan importante, el primer paso es hablar con quienes habitan del otro lado; lo mismo puede decirse de los demócratas deseosos de conciliar. Cualquier medida que afecte la estabilidad de la zona fronteriza es asunto bilateral. Depende de la voluntad y habilidad política de unos y otros definir los mejores caminos para el diálogo y la cooperación.

El razonamiento anterior lleva al siguiente problema: la debilidad o inexistencia de agencias gubernamentales de México y Estados Unidos que trabajen coordinadamente. Cierto...

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