Peña/Putin

AutorSabina Berman

Vladimir Putin o Enrique Peña Nieto. Uno formado en la policía secreta rusa. El otro en Atlacomulco, Edomex. Uno formado entre policías duros y estrictos, creyentes ciegos en las razones de la dictadura comunista y ejecutores de su esencia: la abolición de los derechos del individuo. El otro formado en los jardines de las casas y las oficinas de los gobiernos de los mandamases del Estado de México, varios de los cuales trascendieron a ser operadores principales de la dictablanda mexicana del siglo XX. Carlos Hank González, Alfredo del Mazo, Arturo Montiel. Todos ellos padrinos políticos del joven Enrique, todos ellos enriquecidos fabulosamente al ejercer la esencia de aquella dictadura de formas casi siempre laxas: la cooptación, el soborno, la negociación de intereses, el lenguaje de la simulación.

Cuentan que a Boris Yeltsin los oligarcas de la televisión le acercaron al joven Putin para que lo nombrara su nuevo presidente, (Yeltsin sería el primer ministro), asegurándole lo antes escrito. Era maleable y disciplinado. No tenía ideas propias. Incluso armar una frase larga le era un problema. Y su galanura enfundada en trajes europeos le daría un sello de éxito al gobierno. Al mes de ascender al poder, Putin demostró que tras su fachada tiesa y monosilábica escondía habilidades poderosas.

Mandó explotar varios edificios en Moscú para sembrar el terror y hacerse de las riendas del poder. Su combate a los rebeldes chechenios fue inmi-sericorde y le procuró el control militar del país. Le irritó el reporte de sus errores que hizo la prensa libre y expropió una a una las televisoras. El hombre más rico de Rusia le presentó un estudio que documentaba cómo la corrupción del Estado empantanaba la economía y ahora aquel oligarca se pudre en una cárcel.

Putin puso así remedio a las dificultades de la incipiente democracia rusa: dio marcha atrás en cada medida democrática: reconcentró el poder en sí mismo, el nuevo dictador.

No hay favor más grande que se le ha hecho a Enrique Peña Nieto que caricaturizarlo como un joven bien parecido y sin capacidades. Un copete con aire abajo, para citar a un analista político. Un galán de telenovela que sólo puede seguir un guión escrito por otros, para citar a otro. El elegido de las televisoras para aparentar gobernar mientras ellos gobiernan a México, para parafrasear a Andrés Manuel López Obrador. El problema con esta caricatura, es que los hechos la contradicen.

Hace por lo menos cuatro años, como gobernador...

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