1968. Aquel desafío juvenil

AutorSergio Aguayo

La movilización estudiantil de 1968 creció en agosto, fue cercada en septiembre y masacrada en octubre. Fue derrotada, pero dejaría sobre el campo de batalla un pliego petitorio que sería la bandera de quienes se empeñaron desde entonces en construir un régimen democrático con métodos pacíficos. El 4 de agosto presentaron el pliego petitorio de seis puntos y un transitorio. En media cuartilla, aparece el México deseado: libertad a los presos políticos; destitución de jefes policíacos capitalinos; derogación de unos artículos del Código Penal que permitían encarcelar por el ambiguo delito de "disolución social"; indemnización a las familias de los muertos y heridos, y esclarecimiento de las responsabilidades de los principales actores. En un punto transitorio se exigía un "diálogo público". En suma, fin a la violencia y a la opacidad, respeto a la libertad de expresión y manifestación, transparencia y rendición de cuentas.

Cuatro días después se instaló el Consejo Nacional de Huelga (CNH) con 59 representantes estudiantiles de escuelas públicas y privadas. Era un liderazgo colegiado que representaba legítimamente a sus comunidades.

Un rasgo fundamental es que la mayoría era recién llegada a la vida pública. Un estudio sobre 130 integrantes del CNH encontró que sólo 36 habían participado previamente en política. Eran unos desconocidos para los servicios de inteligencia mexicanos y estadunidenses. A los pocos días se sumó una coalición de maestros "con académicos de cerca de medio centenar de escuelas del valle de México y provincia". Esa unidad de docentes y estudiantes era poco común y sería un indicador del deseo de transformaciones.

Díaz Ordaz era un represor que, en agosto, se moderó. La mesura era resultado de la legitimidad y pluralidad de una movilización que lo desconcertaba por innovadora y de la atención internacional que estaba recibiendo México por ser el anfitrión de las Olimpiadas, a inaugurarse el 12 de octubre de 1968. El Movimiento creció rápidamente en número y audacia. Comparemos las manifestaciones del 1 y del 13 de agosto. El Ejército y las policías frenaron a la primera en el sur. En la segunda, se duplicó el número de inconformes y pudo llegar al Zócalo caminando desde el Politécnico, ubicado al norte de la ciudad.

Los informes de los servicios de inteligencia confirman que las dos marchas fueron pacíficas. Sin embargo, en la del 13 de agosto aparecieron chispazos de agresividad verbal. Los estudiantes quemaron en el Zócalo la "efigie de un gorila" que, según un diario, estaba vestido de policía y, según otro, llevaba uniforme militar. También le gritaron al presidente: "¡Sal al balcón, pinche hocicón!'" (Díaz Ordaz tenía una boca muy grande y sus labios eran incapaces de disimular una dentadura portentosa). Se derrumbaban los tabúes que prohibían criticar al señor presidente y al Ejército.

El Movimiento recibió tanta simpatía debido a varias razones:

  1. Su mayor fuerza estuvo en la zona metropolitana de la Ciudad de México, que tenía en el 68 la población más urbanizada y educada del país, era sede de los principales medios de comunicación y contaba con el tejido social más grande y autónomo.

  2. Sus líderes no competían por cargos ni peleaban por reivindicaciones económicas.

  3. El liderazgo colectivo impedía la aparición del típico caudillo con soluciones para todo.

  4. Los métodos utilizados para romper el control del régimen sobre los medios fueron el mimeógrafo, las brigadas y las marchas, que les permitieron comunicarse directamente con la sociedad.

  5. Sus exigencias eran moderadas y la mayor parte del tiempo utilizaban métodos pacíficos. Sin embargo, había una corriente convencida de que la fuerza era la única forma de...

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